A mi hijo, a mi hija no le gusta leer. ¡Ya no sé qué hacer!
Es una frase, la frase. Se repite cada semana cuando mantenemos la reunión de tutoría con los papás y mamás de nuestros alumnos. Lo que antes era un hecho natural, que se producía con gusto y amablemente, ahora es una pequeña lucha que nos irrita y desilusiona. Y surge el lamento: «¡Ya no sé qué hacer!»