A mi hijo, a mi hija no le gusta leer. ¡Ya no sé qué hacer!


Es una frase, la frase, que se repite cada semana cuando mantenemos la reunión de tutoría con los papás y mamás de nuestros alumnos. Lo que antes era un hecho natural, que se producía con gusto y amablemente, ahora es una pequeña lucha que nos irrita y desilusiona. Y surge el lamento: «¡Ya no sé qué hacer!»

   1. En primer lugar lo que nosotros, maestros, hacemos es ponernos en el lugar de los padres con el fin de conseguir una sintonía que favorezca la conversación. Es muy útil lograr que comprendan que no es una situación que ellos hayan provocado. No son la causa, sino unos actores que querrían tener un papel más importante en esta pequeña obra pero en la que no encuentran acomodo. Por tanto, calma.

   pispotero2. En segundo lugar puede ser una buena idea mantenernos cerca de ellos, no pensar que como ya saben leer ya no es necesaria nuestra presencia. Creemos espacios y momentos de encuentro. Antes de dormir es genial acompañarles y combinar lecturas: «Ahora lees tú, ahora leo yo, ahora leemos los dos en silencio». También es muy bonito pedirles que nos lean mientras los papás hacemos alguna tarea doméstica. Y, por supuesto, procuraremos que libros y revistas estén siempre muy a mano, pues así podremos hacer uso de ellos en cualquier momento.

   3. Leer es una actividad cotidiana. La publicidad de productos de un supermercado, la cartelera de cine, las atracciones que hay en la feria, qué programación hay en la tele… son aspectos que pueden reclamarnos como lectores. ¿Por qué no pedirles a ellos que obtengan esa información y nos la proporcionen?

   4. Evitemos comparaciones con otras actividades de su gusto. Leer está muy bien, pero también está muy bien ver la tele, jugar «a la play» o » a la wii», salir al parque, practicar deporte, navegar por la red…Por tanto, promocionemos todos los juegos por igual y añadamos a su lista la lectura. No se trata de «leer en lugar de», sino «además de». 

  5. Convengamos que la lectura es un acto íntimo, pero también es muy valioso convertirla en un hecho social. Intentemos que compartan sus lecturas con sus amigos, propiciando conversaciones, intercambios de libros, citas para leer juntos un libro, un cuento, un catálogo de juguetes. La lectura tiene que formar parte de su vida y sus amigos son una parte fundamental de ella, por lo que debemos aprovechar esta circunstancia.

   6. Invitarles a escribir, porque escribir es leer. Elaborar la lista de la compra, hacer cartelitos para la casa, redactar mensajes para la familia, preparar las invitaciones para los cumpleaños de la gente de casa…Y cuando crecen, alentarles a escribir un diario o mantener un blog familiar en el que plasmar lo que nos pasa: excursiones, películas que vemos, pequeñas crónicas de fiestas familiares o de amigos. Es una propuesta imaginativa y muy activa que les gusta y les hace sentirse muy partícipes de la vida familiar.

   7. Por último, los adultos somos su modelos. Por tanto, si entre nosotros hablamos con gusto de lecturas delante de ellos les haremos mucho bien, pues aprenderán a identificarlas con algo bueno, positivo y, muy importante, sabrán que a sus papás y mamás les  hace sentirse muy bien

   Esta sencilla relación de propuestas pueden ayudar a lograr que nuestros hijos vivan la lectura como algo propio, natural y enriquecedor, algo de lo que no se alejarán porque forma parte de ellos, de sus familias y de sus amigos. De su vida.

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