Ha sido uno de los reportajes educativos de la semana. Con un titular más que discutible (los conceptos “revolución” y “educación” mezclan fatal) un periódico nacional habla de la docencia compartida. Dice el autor que este modelo organizativo “mejora la atención al alumnado y el comportamiento en clase”. Así, de tirón.
Hay argumentos a favor y de todos ellos he bebido. Hace tiempo desarrollamos esta idea en el CEIP “El Justicia de Aragón”. El motivo fue el “Proyecto Epsilón” en torno a los medios de comunicación en la escuela (periódico, radio y vídeo) y comprobamos sus bondades.
Hoy, 15 años después, la nómina de centros que apuestan por la codocencia crece de forma natural e investigadores como Fernández Enguita nos animan a ello pues facilita un clima favorable, propicia la relación competencial y proporciona continuidad a los proyectos.
Diremos: no hay recursos y no se puede organizar un centro poniendo a dos docentes por grupo. Cierto. Pero también lo es que se puede acudir a agrupamientos 3/2, es decir, tres docentes por cada dos grupos, una forma asequible de lograr el objetivo.
Para saber más, preguntemos al IES “Cinco Villas”, de Ejea, que la implementa en 1º de ESO. Dos profesoras con un mismo nivel de responsabilidad y con un reparto de tareas logran llegar al mayor número de alumnos. Nos dirán que hay que lograr una sintonía personal entre los codocentes y que supone un esfuerzo, pero si logramos esa armonía, el alumnado está mejor atendido y el grado de satisfacción es altísimo.
Con ser complejo, más difícil lo tenían los dos profes de “Bendita ignorancia”, de Massimiliano Bruno. Uno de matemáticas, adicto al Smartphone e internet que se pasará dos meses sin utilizar ningún artilugio, y otro de lengua, ser prehistórico que nunca ha utilizado un artefacto y que deberá engancharse al monstruo tecnológico. Dos caminos divergentes que acaban confluyendo por el bien de su alumnado. Y con una enorme sonrisa por aliada.