(Publicado en Heraldo Escolar el 11 de junio de 2014)
En él hablo de lo que supone plantearse un cambio metodológico en nuestra práctica educativa. De cómo hay algunas dificultades que nos impiden llevar a cabo esa transformación. Y de cómo, a veces, se nos pide que hagamos las cosas sin ofrecernos facilidades para realizarlas.
Metodología es una palabra que tiene tantos significados como formas de entender el mundo hay. En estos momentos manejamos una serie de propuestas metodológicas como el aprendizaje basado en proyectos, el uso de las tabletas en el aula, el aprendizaje cooperativo, el currículo integrado (bilingüismo), las competencias clave, el m-learning, la gamificació, la realidad aumentada o los planes audiovisuales. Y PISA. La inacabable doncella que hace que la escuela aparezca como un saco de fracasos personales, de proyectos profesionales aturdidos por los cascotes de los resultados de unas pruebas que dicen que lo hacemos todo muy mal. Y esto no puede seguir así. Dicen.
¿Cómo afrontar un cambio metodológico? Seguramente es complejo hacerlo si, además, hay que afrontar una transformación personal de la noche a la mañana. Y sobre todo si se pretende que sea a golpe de decreto o de Ley Orgánica. Porque lo cierto es que los cambios o nacen de lo más profundo de nuestro ser o no nacen.
En primer lugar es preciso creer, tener fe en la empresa que acometemos. Encontrar a un equipo de compañeras y compañeros que consideren posible introducir nuevas herramientas en el aula cuyo uso supone un vuelco en la forma de afrontar nuestra labor. En segundo lugar, debemos tener capacidad para comprometernos, pues los inconvenientes son múltiples: plantillas, currículos, horarios, espacios, herramientas…y todos ellos habrá que salvarlos a base de compromiso y generosidad. Y en tercer lugar se trata de ser competentes. No siempre tenemos la formación adecuada y con demasiada frecuencia caemos en intentos solitarios que emprenden proyectos no siempre sostenibles en el tiempo.
¿Cambio metodológico? Pues sí, pero para que ello suceda se tienen que dar esas tres «ces», no porque sean suficientes, pero sí necesarias.