En una ocasión acuñé el término “El curso de los mil adjetivos” para referirme al año académico 2020-2021. Demasiados interrogantes para tan pocas respuestas, por lo que decidimos ponerle nombre a la vida para calmar nuestra incertidumbre. Hoy, con algo más de luz, vuelvo a asomarme a la ventana de mi columna semanal que pretende ser punto de encuentro y estímulo para la reflexión.
Creo en la importancia de la comunicación y la relevancia de las relaciones. Por eso propongo recuperar la iniciativa en la “batalla” de la información, pues en ocasiones la comunidad educativa no acaba de encontrar la fórmula adecuada. Las RRSS han invadido los espacios informativos y orillado otros canales, quizás menos inmediatos pero, sin duda, muy necesarios.
Hablo de los blogs y las webs, personales y de centro, y tengo cinco razones para su uso, desarrollo y difusión. En primer lugar sirven para ayudar a los demás, lo que hace que nos sintamos muy bien. Compartir conocimiento, puntos de vista o iniciativas es una decisión que hace del mundo en que vivimos un lugar mejor.
La segunda idea es que nos convierten en agentes proactivos. Si producimos dejamos de ser solo consumidores y se potencian valores como el respeto, la solidaridad y la idea de proyecto común.
La número tres es la mejora de la creatividad, como personas y como comunidad. El mantenimiento de un sitio web requiere pensar cómo comunicarnos, cómo exponer nuestras ideas e incorporar soluciones a problemas y necesidades.
En cuarto lugar fomenta el desarrollo personal y comunitario. Nos lleva a profundizar en los temas que nos ocupan y preocupan y nos ayuda a encontrar y definir una seña de identidad. Y por último: un blog, una web educativa es una oportunidad para el debate, la resolución de temas que nos interesan y la compartición de ideas con todos los miembros de la comunidad. En definitiva, una oportunidad para educar en la participación, universo por descubrir.