(Publicado en Heraldo Escolar el 11 de enero de 2017)
Dedicado a Conchita y a todos mis compañeros que cada día trabajan al calor de su compromiso, sin mirar «la clasificación».
Comentar los resultados de los últimos procesos de evaluación Timmss y PISA no es una tarea atractiva para quien vive y siente el latido diario del aula. Puedo asegurar que los claustros de los colegios e institutos españoles no mueven ni un músculo de su carpeta de estándares cuando leen esa montaña de datos que tratan de explicarle a la sociedad que hemos mejorado resultados o empeorado valoraciones. Quizás algún director de periódico sienta el calor de la tentación y encuentre en este asunto argumentos para aplaudir o denostar la política educativa del gobierno de turno. Quizás. Pero en los centros educativos hay cuestiones de muchísima más importancia y que preocupan mucho más al profesorado que considerar si nuestro entorno ha encontrado mejores respuestas a la comprensión lectora o entiende adecuadamente las formas geométricas.
El colectivo docente se encuentra cada vez más convencido de que un proceso evaluador como el que nos ocupa no ayuda a mejorar. Sirve para fotografiar algunos aspectos de la vida educativa de forma muy parcial; sirve para alimentar tertulias de ciudadanos legos en la materia; sirve para activar los argumentarios a favor o en contra de las formaciones políticas, pero no aporta luz a nuestras vidas. No recuerdo haber vivido ni una sola reflexión entre mis compañeros motivada por la publicación de los datos en cuestión. Sí algún comentario superficial, alguna broma más o menos afortunada, alguna referencia al reportaje de ayer por la noche, pero nunca propuestas metodológicas, ideas organizativas, planes didácticos consecuencia de una lectura profunda de los datos obtenidos.
Con todo lo escrito, parece más interesante poner el foco del debate en cómo mejorar las condiciones de trabajo y crear escenarios que hagan posible la mejora de la educación. No es estableciendo clasificaciones y elaborando listas de mejores y peores como se cumplirán los objetivos que acordemos entre todos. Tampoco sabiendo que Aragón se sitúa por encima de la media, en quinto puesto en las tres competencias analizadas. Estas afirmaciones dejan fría a la comunidad educativa y la sociedad debe saber que PISA no es la razón que nos invita a trabajar para cambiar el paisaje educativo que habitamos. Los orígenes de nuestra voluntad están en el amor a la vida y el compromiso con el ahora que construye el futuro.