
(Publicado en Heraldo Escolar el 14 de marzo de 2018)
“Nos gusta darle la mano a nuestra comunidad, con la que procuramos respirar el mismo presente e idéntico mañana. Así una vez nos comprometemos ante quienes nos representan a seguir trabajando en el espíritu que la institución cuyo nombre lleva nuestro Colegio, “El Justicia de Aragón”, nos enseña desde hace siglos: el pacto, el amor a la libertad y la certeza de saber a quién nos debemos”.
Este texto lo escribí hace doce años, cuando se inauguraron las nuevas aulas y las instalaciones del comedor escolar con la presencia de la entonces Consejera, Eva Almunia. Lo rescato porque me parece que apuntaba a un horizonte siempre necesario, a esa cercanía que debe existir entre las comunidades educativas y quienes administran la educación.
Siempre hemos creído en el diálogo si es fluido y joven, pero muchas veces hemos
sentido el peso de los prejuicios. En un momento en que hablar de educación nos sitúa en
uno u otro lado de la trinchera, es muy difícil decir nada sin que inmediatamente alguien
se ubique enfrente. Es muy difícil argumentar con sensatez y no encontrarse con
respuestas de 280 caracteres en el mejor de los casos, como si la vida, que admite tantos
matices, se pudiera ventilar con un par de obtusos titulares.
No caben las tonalidades en el debate, vivimos alimentados por los argumentarios y ya no caben las dudas ni las preguntas sin respuesta. Para todo hay una explicación, por
muy simple y superficial que sea y cada día que pasa tiene más sentido la afirmación de Azaña, cuando decía: “Si cada español hablara de lo que sabe y solo de lo que sabe, se haría un gran silencio nacional que podríamos aprovechar para estudiar».
Con semejante escenario no es posible escuchar a quien no piensa como nosotros si no
es para combatirlo. Buscamos reforzar nuestra postura y evitar caer en el fuego de las redes porque ahí no hay salvación. Y si alguien sigue caminos distintos debe estar dispuesto a morir en el intento.
Carmelo Marcén habla de educación politizada. A mí me gustaría poder escribir sobre política educada. Y sobre un futuro en el que solo será verdad lo que nazca del acuerdo y el compromiso compartido.