(Artículo publicado en la revista “Forum Aragón”, nº 23, págs. 61-64)
Parece un poema al revés. A veces puede parecer que los profesores no hablan, que son como un verso dirigido a una sociedad que escucha poco y vive de espaldas a la palabra de unos profesionales que lo somos porque aún creemos en la vocación y en nosotros mismos. ¿Los profesores hablan? En realidad, no. O muy poco. Quizás porque les han puesto entre la dificultad y la necedad. Quizás porque trabajan para lograr que las escuelas crezcan completas de amor. Quizás porque viven para que este sistema educativo mire de frente a los ojos de la gente.
Cuando el maestro de hoy habla cuenta que le gustaría un sistema de acceso a la carrera que valorase también valores. Quiere decir que cree en otra distribución de los tiempos, otra organización de los espacios y un nuevo diseño de los equipos didácticos. Desea hablar de que le parece muy necesario que los equipos directivos lo sean porque quieren, saben y pueden. Y pretende que se le crea cuando se refiere a las familias como esos cómplices incondicionales cuyo apoyo tanto bien hace. ¡Ah! Y que confíen en ellos. Por eso hablamos de lo necesario que es que les conozca de verdad, que sepan cómo son, por qué son y, muy importante, con quién son. Que hace falta más verdad y menos titulares de prensa, de la que la escuela es muchas veces presa.
¿Los profesores hablan poco?. Pues entonces es preciso que sean mensajeros de su vida. Que compartan su trabajo, opiniones e ideas a través de artículos, blogs, publicaciones. La sociedad tiene que conocerles y eso depende de ellos, de ti y de mí. Es una asignatura pendiente.