Fin de curso.

      Finaliza el curso. Es un día de cierre, de bajada de telón. Salvo el equipo directivo, al que aún le quedan algunas carpetas que cerrar para lo que aprovechará los días siguientes con la paz y la calma necesaria, los miembros del claustro cerramos ventanas, acabamos de ordenar las aulas y nos despedimos. De algunos hasta el próximo 1 de septiembre; de otros, hasta siempre. O, quién sabe: hasta pronto.

   Nuestro trabajo tiene esas cosas. Nunca se sabe cuándo vamos a volver a encontrarnos. Lo que sí es cierto que cada mes de junio se nos descose un poquito el alma cuando nos separamos de algunas personas que han sido importantes para nosotros pero con las que ya no volveremos a trabajar.

   En mi caso ya he vivido decenas de veces esta situación y confesaré que nunca me acostumbro. Hay quien me dijo que ya vería cómo se me pasaría, que con los años esas cosas ya no te afectan, pero debe ser que no soy de ese mundo, porque me sigo emocionando igual. En fin, será que esto de ahcerse mayor es lo que tiene.

   Una vez cerrado, pues, este capítulo, me gusta agradecer a mis compañeros y compañeras todo lo que me han aportado. Su afecto, su apoyo, su atención y su ánimo. Al mismo tiempo, deseo decir que ha sido muy bonito trabajar con las familias de mis alumnos y alumnas, en quienes he encontrado comprensión y colaboración y con las que continuaré trabajando y creciendo el curso que viene. Y por acabar esta página, quiero desearnos a todos un verano fértil y unas semanas de cercanía familiar y amistad prolongada. Ojalá cuando volvamos a encontrarnos todos hayamos saboreado el calor de la vida que hemos elegido vivir.

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