Claves para solucionar un conflicto entre niños.

   Ayer tuve un bonito encuentro con mis amigos maestros y entre bromas y sorbitos de champán (soy un clásico) hablamos de lo difícil que es solucionar las riñas y peleas de los nanos en el cole. Tanto ellos como yo somos partidarios (o muy fans, si queremos estar al día) del diálogo y le tenemos mucha fe a eso del cariño y la firmeza, así que me viene al pelo para plasmar en este blog de todos algunas ideas que nos pueden venir bien a todos.  

   En efecto: es habitual que en el patio de recreo dos o más niños/as se dirijan a nosotros excitados, con un discurso atropellado y general,mente con un tono de voz elevado («shhh, no gritéis, no hay necesidad de ello», les solemos decir). Está claro: tenemos un problema. Ellos y nosotros. Y vienen a que lo solucionemos nosotros, la seño, el profe, the teacher.

   ¿Podemos ayudarles? Hum, es difícil. Sobre todo si consideramos que el tumulto viene acompañado de mutuas recriminaciones («ha hecho, ha dicho, yo no he hecho, yo no he dicho»)

Algunas ideas pueden resultarnos útiles, como estas que hemos recogido, en parte, en Kids and Conflict y otras que os propongo fruto de mi experiencia y la reflexión.

    En primer lugar, no es mala idea mantener la calma. Ofrecerles un tono de voz suave, firme y afectuoso.
     
    Podemos buscar un lugar neutro, alejado de la expectación y rodeado de intimidad y quietud.

    Transmitirles la idea de que les comprendemos y de que sabemos lo que están sintiendo unos y otros.
     
    Obtener información. Preguntar «qué» para averiguar lo ocurrido y saber la causa de su trastorno.

No nos importe repetir en voz alta lo que hemos averiguado. De este modo nos aseguramos de que ellos tiene la certeza de que les hemos entendido.
     
    Les pediremos ideas para solucionar la situación. Les hacemos, así, sentirse protagonistas de los hechos.
     
    Les proporcionamos un lugar y un momento para que conversen a solas y lleguen a un acuerdo a partir de las ideas que han sugerido.
     
    Asegurarnos de que nos sienten cerca y dispuestos a colaborar con ellos.
     
    Pedirles cariñosamente que vuelvan a intentar jugar juntos y lograr que sepan y estén seguros de que estamos muy orgullosos de que hayan sido capaces de solucionar el problema por ellos mismos.

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