(19/09/2013) Hace apenas un año me atreví con un sencillo divertimento: durante una semana me dediqué a rescatar de varios periódicos diarios, regionales y nacionales, las informaciones que dedicaban a la educación. Inicié ese juego animado por la intuición que me llevaba a pensar que de lo que se hablaba no tenía mucho que ver con lo bueno que vivimos en las escuelas e institutos y sí demasiado con las miserias que nos rodean.

maxresdefault  Le seguí la pista a un ramillete de diarios: «Heraldo de Aragón», «El Periódico de Aragón», «El País,», «El Mundo» y «ABC» y el resultado del seguimiento fue desolador. Pocas, muy pocas referencias al trabajo diario, al esfuerzo (sí, el esfuerzo) de familias, profesores y alumnos, a las inquietudes pedagógicas, a los procesos compartidos; pero muchas, demasiadas, referencias a conflictos (que existen), déficits (que se dan), problemas sin solución (que sobran), preguntas sin respuesta (que nos ofenden). Un panorama desasosegante. Y lo que más me preocupa es que las buenas noticias, las magníficas iniciativas que se dan en las aulas aragonesas y españolas duermen en los rincones de las publicaciones especializadas o de suplementos dedicados a la educación, pero solo saltamos a la página par de los periódicos cuando algo malo nos mancha. Y eso es un problema.

Si los medios de comunicación no “firman” un Pacto de Complicidad con la Educación, tendremos más dificultades de las necesarias para recuperar el afecto y la consideración de esa sociedad a la que servimos y que no siempre sabe valorar las bondades de un sistema educativo ahora mismo malherido y debilitado, tanto material como moralmente. Necesitamos su apoyo tanto como el de las familias. Y muy importante: necesitamos, sobre todo y con urgencia, nuestro propio afecto, el que los maestros y profesores nos tenemos que dar a nosotros mismos.

Otros artículos relacionados: – La Educación, víctima de la desinformación

Juan Antonio Pérez Bello
japbello@gmail.com
Entrada anterior Mi entrevista a José Luis Violeta, el León de Torrero.
Entrada siguiente La escuela también es un edificio.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *