La Educación es un patio de recreo en el que se juega a muchas cosas. Se juega, por ejemplo, a debatir si los deberes sí o los deberes no. Se juega a reflexionar sobre la necesidad de aplicar profundos cambios metodológicos. Y ahora toca, en Aragón, jugar a contemplar la importancia de un cambio en el horario escolar. Es el momento de hablar de la jornada continua.
En torno a este asunto se han publicado decenas de estudios, ofreciendo interpretaciones más o menos ajustadas a los deseos de los diferentes sectores de la comunidad. Te invito a su lectura, amable lector, pues en ellos encontrarás argumentos muy bien elaborados. A favor y en contra. Después de haberlo hecho tal vez llegues al mismo punto del camino en el que nos encontramos muchos navegantes y acuerdes que es un tema de múltiples aristas que merece un tratamiento cuidadoso, reflexivo y, sobre todo, sosegado. Tal vez. Por tratarse de un tema que afecta a la vida de miles de familias y de trabajadores cuyos intereses no siempre coinciden, lo que puede provocar desencuentros y malos entendidos.
Pero mi idea hoy es tratar de aportar un punto de vista que ayude a desatascar la cuestión, aunque no debe interpretarse como una opinión más (otra) en el debate sobre si es mejor o peor este modelo horario. Hace ya mucho tiempo que venimos expresando nuestro convencimiento de que en Educación no es que hagan falta más leyes, porque se ha legislado mucho en los últimos 40 años y no siempre mal. Es más: casi nos atrevemos a decir que la norma nos ha dado muchas pistas que si hubiéramos sido audaces y las hubiéramos atendido quizás ahora podríamos decir que la educación en España es punto de encuentro y ejemplo de esfuerzo común.
La autonomía de los centros
Un aspecto que consideramos clave en el desarrollo de cualquier proyecto educativo y que se ha reflejado expresamente en toda la legislación educativa española es la autonomía de los centros. Tomo como referencia las dos últimas leyes, la LOE y la LOMCE, para recordar que ambas recogen en su articulado esta idea y la desarrollan otorgándole la relevancia que luego, en la práctica, no se le reconoce. No es este modesto blog el lugar en el que debamos desarrollar al detalle cómo se expresa el legislador al respecto, para cuyo conocimiento remitimos a la lectura de las leyes mencionadas, pero sí podemos recordar que en ellas se habla de cómo «las Administraciones educativas fomentarán la autonomía pedagógica y organizativa de los centros, favorecerán el trabajo en equipo del profesorado y estimularán la actividad investigadora a partir de su práctica docente». Y nótese que se dice «autonomía pedagógica y organizativa». Punto y seguido.
En este momento es cuando conviene relatar que, como dice un trabajo de la OCDE firmado por Stoll y Temperley en 2009 en su página 14, “una mayor autonomía para los profesionales a nivel escolar se relaciona con un mejor desempeño de los estudiantes. […] Las escuelas que participan más en la toma de decisiones curricular demuestran un desempeño más alto de los estudiantes». Esa es nuestra postura, la de afirmar aquí y ahora que sobre lo que de verdad se está debatiendo cuando los medios se hacen eco de cuestiones como la jornada continua no es que los horarios se modifiquen o no, sino que las comunidades escolares puedan diseñar, de verdad, su modelo educativo.
Si atendemos a las características de otros sistemas educativos considerados «de éxito», observamos que en esos lugares los centros asumen su protagonismo a la hora de diseñar currículos, organizar espacios, decidir tiempos, construir comunidades. En una palabra: no hay miedo a la libertad. Y no es este un asunto insignificante. Al contrario, en esos países la sociedad pone el acento en ello y se convierte en argumento para lograr que la educación se viva como algo propio, que forma parte de la idea de crecimiento y constituye la esencia de un proyecto compartido.
¿Jornada continua? Diré que sí como ciudadano y como profesional, pero no es ese debate el que me preocupa. Ni siquiera el que me ocupa. Lo que proponemos, la invitación que hacemos a los poderes públicos para que sean valientes y acepten el reto, es que los centros educativos entendidos como comunidades escolares, como universos de aprendizaje y crecimiento, puedan ejercer en todos los ámbitos de una vez por todas su derecho a decidir.