Leo en RRSS: “Antes éramos 40 por clase y nuestro nivel educativo era mil veces mejor. ¿Qué falla?”. Y ahí queda. Miles de likes. Una afirmación sin contrastar convertida en verdad.
Antes no teníamos una escuela para todos y hoy, sí. Sigue habiendo alumnado vulnerable que abandona, pero la escuela se ha ido transformando, con la ayuda de todos, en un lugar que nos ayuda a penetrar en otro mundo: el de la cultura, el saber, las artes, la ciencia, la palabra. Una ventana a la inclusión.
La escuela es cada vez más bella y rica en estímulos y en fascinación, porque cada vez está más abierta al mundo y es más capaz de salir de sí misma. También es verdad que la escuela sabe proponer un abanico de lenguajes amplio y está más presente en la vida de los diferentes. Como sabe abrirse a los principios del pensamiento y de la investigación científica.
No. Nuestro nivel educativo no era mil veces mejor. Eso es falso. Yo estaba allí. Y tuve buenos maestros pero también malos docentes. Igual que hoy hay cada vez mejores profesionales preocupados por crecer, ocupados en lograr que el aula sea un lugar especial.
Y sí. Hoy contamos con un colectivo de enseñantes en permanente búsqueda, que explora nuevas respuestas, que camina convencido de que el uniformismo no es la solución y de que la escuela debe serlo también de las excelencias, porque cada persona tiene su propio ámbito de excelsitud. Que lo dijo Don Milani: “No existe mayor injusticia que considerar iguales a los desiguales”