¿Por qué escribo este artículo que no sé quién leerá?
Durante los meses de Junio y Julio de 2013 participé en un proceso de ingreso y acceso al cuerpo de Maestros (especialidad de Inglés) u oposiciones que se desarrolló en Huesca. Era la tercera ocasión que tomaba parte en ellos. Y siempre, al finalizar el proceso, quienes componemos los tribunales nos hacemos la misma pregunta: ¿es este el mejor modo de seleccionar a las maestras y maestros?
Los componentes del tribunal, esos «elegidos»
Para empezar, diré que los miembros de un tribunal viven una especie de travesía. De inicio desconocen la eslora del bajel, la extensión de las velas y el talante del capitán o capitana (presidente/a del tribunal), que en muchos casos no deseaba manejar semejante timón. Sin embargo, esa persona pronto se ve abocada a gobernar a una tripulación (vocales de tribunal) que confía en ella ciegamente (hay quien dice que porque no nos queda otra). Con ella tratará de llegar a su destino como si de un regreso a Ítaca se tratara.
Los primeros momentos
La experiencia ofrece unos perfiles muy humanos de principio a fin. Se constituye el tribunal y los primeros minutos los empleamos en mirarnos con pudor y cierta inquietud unos a otras. Pronto, la presidencia comienza a poner los puntos de la ley sobre las íes de nuestra desorientación. Al poco un suave perfume invade la estancia. Es entonces cuando le abre la puerta a nuestra capacidad de asumir una responsabilidad que ya está sentada a nuestra mesa. Es el instante en que nos damos cuenta de algo muy importante: es la sociedad a la que servimos la que nos pide que hagamos el trabajo de puntuar esas pruebas realizadas por ciudadanos y ciudadanas que persiguen un anhelo que nosotros conocemos muy bien, pues en su día deseamos lo mismo.
¡Uf! ¡Cuántas dudas!
Ese es un instante delicado. Surgen las dudas, los miedos, la incertidumbre, las preguntas. ¿Sabremos hacer bien nuestro trabajo? ¿Qué valoraremos y cómo? Y una de las cuestiones más esquinadas que ya es un clásico en estos procesos: ¿qué derecho tenemos a decidir sobre el futuro de nuestros iguales? Las respuestas llegarán. Eso lo sabemos quienes ya hemos vivido eso mismo en ocasiones precedentes. Esa certeza tratamos de transmitirla a los miembros de la tripulación de un velero llamado «Tribunal» que tendrá que afrontar dificultades y acerados inconvenientes. Al final llegará a buen puerto, pues es mucho el cariño y el esfuerzo que ponemos por hacer muy bien las cosas.
¿No hay otro modo de hacer las cosas?
Y es que lo que se vive a lo largo de varias semanas es un elegante enfrentamiento entre la razón y el corazón. No es otra cosa que la búsqueda de la respuesta a esa pregunta que nos hacíamos en el primer párrafo: ¿es este el mejor modo de seleccionar a los maestros? Podríamos decir que la pregunta es perversa, porque responderla obliga a buscar un «sí» o un «no». Eso sería reducir casi al absurdo la ilusión, el compromiso, el trabajo, la esperanza, la vocación y la opción de vida de tantos y tantas docentes que se presentan a la oposición. Ciudadanos y ciudadanas cuya legítima aspiración les hace merecer nuestro respeto y consideración.