Cuenta Pablo del Pozo que Alexis Sluys organizó en 1908 la primera sesión de cine demostrativa en la Escuela Normal de Bruselas. Se proyectaron sendas películas sobre Egipto y la aviación que fueron explicadas y comentadas por dos profesores especializados. Fue una de las primeras ocasiones en que se consideró que el cine podía ser un horizonte que merecía ser explorado. Otro ejemplo de cuánto nos queda por descubrir sabiendo que otros ya lo hicieron por nosotros.
En las aulas, gracias al cine, podemos viajar a otras vidas, a otros universos y en ellos los docentes somos valiosos agentes cuando completamos sesiones bien planificadas que propician el crecimiento de nuestro alumnado. Porque el cine, los entornos audiovisuales son una poderosa herramienta constructora de ciudadanos críticos, agentes capaces de contrarrestar corrientes de pensamiento negativas y tomar conciencia sobre temas que se ajustan al bien común.
El centro educativo no es el ecosistema en el que buscar la solución a todos los problemas. Recordemos que, en ocasiones, la ola nace en alta mar (familias y sociedad) y cuando llega a la orilla (la escuela) es un tsunami imparable. Pero afortunadamente contamos con programas educativos en los que apoyarnos. Y disponemos de una herramienta que nos hace fuertes: la experiencia de ver un producto en compañía frente al hábito vigente de disfrutarlo en soledad.
Lo último que nos queda, en fin, es pedir “perdón por confundir el cine con la realidad”.