Inicio una serie de dos capítulos para escribir de la necesaria evolución educativa, avanzando sobre la recurrente reforma. Planteemos tres preguntas: ¿Está la escuela anclada en el pasado mientras respira un presente repetido? ¿Reproducimos prácticas educativas espejo de modas antes que resultado de la investigación?. ¿Por qué, en fin, es tan importante el futuro si hablamos de educación?
Lo que se vive en el aula tiene sentido si nos convencemos de que la educación está ligada al desarrollo y el progreso para creernos la trascendencia de nuestra labor. En esa clave, poco nuevo: ¿optamos por la educación de la inteligencia o del corazón?. Esto se lo preguntó Aristóteles y sigue vigente responder a si debemos ser prácticos, construir personas o buscar la estética de las metodologías.
Coincido con Gimeno Sacristán cuando conecta educación y justicia social, pues contribuye a la evolución educativa. Por demás, consideremos la sociedad de la información para atender cómo relacionamos el derecho a la educación y el derecho a su acceso.
J. Echevarría habla de “escuela continua”, gran cambio estructural y camino hacia un escenario interdisciplinar con equipos mixtos protagonistas. En ese ecosistema juega un papel nuclear el profesorado: comparte tareas educadoras con lo que Zirtae y Nonreb denominan “profesorado tecnológico”. Así, comencemos a tomar muy en serio las formas de inteligencia artificial con las que deberemos aprender a convivir.