Llevo un tiempo tratando de contestar algunas preguntas que pueblan nuestras calles educativas y habitan nuestras mentes docentes, maltrechas por la violencia de la pandemia. Difícil tarea. Hoy, aquí, confieso que, acorralado por la confusión, he optado por interesarme tan solo por las comunidades que desarrollan proyectos globales, porque no hay nada más robusto que un equipo cohesionado en torno a una idea de búsqueda. Por ello me empleo a fondo en conocer experiencias que imaginan futuros posibles y afrontan la gravísima quiebra social que ya existía, amplificada con la expansión del virus.
Pasó el tiempo del esfuerzo en singular, cierto, pero asumamos que vivimos una preocupante tendencia hacia la individualidad y el individualismo. Esto merma la igualdad de oportunidades y aumenta el aislamiento en las personas y colectivos más vulnerables. Mal asunto.
Numerosos estudios sobre la realidad educativa generada coinciden en la importancia de no dejar sola a la escuela. Es necesario creernos que es un espacio y un momento para la transformación, pero debe existir un compromiso compartido con la sociedad, porque la escuela es un entorno democrático en el que convivimos naturalmente y que se puede convertir en “un taller constante de vida, donde ensayamos alternativas posibles”, en palabras de Marina Garcés, pero nunca en soledad.
Benedetti escribió: “Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto cambiaron todas las preguntas”. Y Cruyff dijo: “Jugar al fútbol es muy sencillo, pero jugar al fútbol de una forma sencilla es la cosa más difícil que hay”. Para entender al sabio holandés tendremos que cruzar la frontera de esa isla a veces desierta que es la valentía y leer al poeta uruguayo es una invitación a desembarcar en las playas de la incertidumbre. Ambas, valentía e incertidumbre, son nuestras fieles compañeras. Bienvenidos a la apasionante aventura de buscar preguntas amigas para encontrar respuestas compàñeras.