El emprendimiento muchas veces se asocia exclusivamente a la generación de empresas, pero la realidad es que es un término que abarca mucho más. Una persona emprendedora es aquella que está dispuesta a hacer algo útil, a asumir riesgos y a buscar oportunidades. Es alguien con iniciativa y, al mismo tiempo, con responsabilidad.
Ahora que sabemos qué es una competencia y qué es el emprendimiento, nos preguntamos: ¿qué es el sentido de la iniciativa y el espíritu emprendedor? Esta competencia implica:
– la capacidad de transformar las ideas en actos,
– adquirir conciencia de la situación,
– saber elegir y planificar
– gestionar el conocimiento y habilidades necesarias.
A partir de esta información, es fácil preguntarse si necesitamos desarrollar actitudes en la escuela que favorezcan la iniciativa emprendedora. Parece razonable pensar que para formar ciudadanos emprendedores es determinante fomentar la capacidad de pensar de forma creativa, aprender a gestionar el riesgo y desarrollar el manejo de la incertidumbre. Del mismo modo, se considera que para desarrollar esta competencia es preciso destacar la importancia de la experiencia práctica de aprendizaje a lo largo de la vida.
Es indudable, en fin, que cuando llevemos a cabo un proyecto que tenga una finalidad palpable, constatable, cercana a la realidad será más fácil para el alumnado interiorizar aspectos como la búsqueda de oportunidades y el manejo de opciones reales.