Cuando hablamos de «Sentido de la iniciativa y espíritu emprendedor» estamos hablando de una de las siete competencias clave que la Unión Europea considera que la ciudadanía tiene que adquirir. La finalidad es lograr que los individuos alcancen un pleno desarrollo personal, social y profesional que se ajuste a las demandas de un mundo globalizado y haga posible el desarrollo económico, vinculado al conocimiento.
DeSeCo (2003) definió el concepto competencia como “la capacidad de responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada”. La competencia “supone una combinación de habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones, y otros componentes sociales y de comportamiento que se movilizan conjuntamente para lograr una acción eficaz”.
Las competencias, por tanto, se conceptualizan como un “saber hacer” que se aplica a una diversidad de contextos académicos, sociales y profesionales.
Una competencia integra tres tipos de conocimiento. En primer lugar un conocimiento que abarca conceptos, datos, teoría, hechos… al que llamamos «saber». Un segundo concimiento que tiene que ver con las destrezas, refiriéndonos tanto la acción física como mental. Hablamos, pues, de «saber hacer». Por último, consideramos el conjunto de actitudes y valores que son de gran influencia social y cultural, lo que es lo mismo: «saber ser».