(Publicado en Heraldo Escolar el 19 de Febrero de 2014)
Trabajo en equipo, coordinación, llegar a acuerdos, buscar y encontrar. Cualquier escenario humano precisa del deseo para comenzar caminos y completar senderos y sin duda la tarea educativa es uno de los más necesitados del esfuerzo común. No cabe el tiempo de soledad en los centros educativos, no al menos el de la decisión en soledad, el de la reflexión hacia adentro.
¿Quiere eso decir que todos los actores tienen el mismo diálogo? A veces la literatura pedagógica nos ha confundido y nos ha hecho prisioneros de una única dirección, pero estar juntos, sentir en la misma piel parecidas voluntades no quiere decir que haya una única respuesta. Trabajar en equipo es vivir al lado de los demás procurando que la búsqueda personal encuentre en el compañero una mirada cómplice, que no igualitaria. Y para eso hace falta algo más que una ley.
Es ahora más necesario que nunca que vivamos en comunidad, más que en equipo. Y eso quiere decir que tenemos que hablarnos, no solo reunirnos. Tenemos que escucharnos, no solo hacernos oir. Tenemos que ponernos en manos de los compañeros, no solo atender las directrices del poder. Y para que eso pueda ser necesitamos tiempo, espacio y calma. ¿No es posible que nos estemos equivocando?
Esa pregunta, que rebota en las paredes de tantos y tantos centros, nos la hacemos porque cada vez es más frecuente que los equipos se vean desbordados por las múltiples propuestas e ideas que llegan a nuestras carpetas. Y lo que suele ocurrir es que esas carpetas se quedan abiertas demasiadas veces. Rara vez profundizamos, nos abruma este estilo de trabajo, a veces epidérmico, superficial y algunos echamos de menos la pausa, el manejo de los tiempos. Y los equipos pueden ayudar a que esto cambie si conseguimos completar los caminos que nos propongamos.