
(Publicado en noviembre de 2012 en Balcei) Cuando era un niño, y Poquito me entretenía las tardes junto a Barullo, solía jugar con mi abuela (mi yaya, en realidad) a pedir sueños de esos difíciles, imposibles, inalcanzables. Disfrutaba con ello y también sufría, pues nunca llegaban y siempre se iban. Se iban. Eso de irse suena mal, ¿eh?. Aunque Leer más…