Tan lejos, tan cerca (Heraldo Escolar) Foto: Jaime Perpinyà

El sistema educativo nos divide en etapas que no siempre se conocen entre sí. Eso lo compruebo cada día cuando escucho expresiones que fragmentan, que separan, que alejan. Justo lo que negamos cuando hablamos en corto, cuando podemos compartir lo que pensamos. Que no es siempre. A los docentes nos preocupa procurar que la transición entre etapas sea fluida, nítida, fértil. Y afortunadamente disponemos de interesantes experiencias que contribuyen a acercar realidades educativas, una dimensión que debemos cuidar.

Con sencillez, me gustaría decir que cuando he recibido a un grupo de alumnos y alumnas me ha interesado conocer dónde viven, acercarme a las familias que confían en nosotros y saber por qué nos eligen para que acompañemos a sus hijos en su crecimiento. He procurado entender cómo estaba organizado su universo anterior, sus espacios más queridos, qué colores les envolvían, qué músicas alimentaban su alegría, qué juegos eran sus mejores amigos, qué personajes les hacían soñar, qué experimentos les deslumbraron y qué viajes les asombraron. Y he preguntado qué lenguaje empleaban los adultos para que aprendiesen a vivir junto a los demás y procurado conocer cada celebración, cada motivo que hizo imprescindible el encuentro.

  Cuando lo he logrado es porque ha soplado el viento favorable para la comunicación. Cuando lo he conseguido es porque supe aprender que lo sustancial es, sin duda, la dimensión afectiva, social y emocional de nuestros chicos y chicas. En una palabra, su ser.

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