
Ya sabemos que el fútbol es un árbol cuyas ramas zarandean la voluntad de los jugadores y los designios de los técnicos. Ayer se demostró que un equipo vive del triunfo pero también que no es ajeno al trabajo bien hecho. Un diseño del plan adecuado y una ejecución pertinente no garantizan el éxito pero sí contribuyen a que pueda ser y algo de eso hubo en el partido en el que el Real Zaragoza logró una victoria que puede ser recordada si se refrenda con otros tres puntos el próximo domingo ante el Córdoba. Veamos.
Gabi llegó a Vitoria-Gasteiz con el cuello expuesto. La semana había sido un terreno abonado para la sentencia y la condena. Pocos opinadores daban por segura su continuidad en caso de derrota o siquiera empate y casi nadie apostaba por una mejora ni en el juego ni en el resultado. El madrileño apostó todo al rojo de la revolución en la alineación e introdujo hasta siete cambios, comenzando por el más sensible: la portería.
Además se la jugó con un dibujo diferente en el que brilló con luz propia la ubicación en su puesto de jugadores identificados con una labor y fortaleció el centro del campo con la presencia de Saidu y la recuperación de Guti. Todo muy reconocible. Con esta propuesta el Zaragoza afrontó un encuentro vital ante un Mirandés joven y atrevido que comenzó muy dinámico y entorpeció las intenciones de Gabi. Fueron unos minutos donde temimos que las piezas no engranaran por su falta de hábito pero en seguida la maquinaria comenzó a funcionar.
El ajuste táctico y la buena actitud de los chicos hizo posible que nuevas sensaciones llegaran al corazón del zaragocismo. La fortaleza de la medular y la correcta ubicación del sistema defensivo hizo posible una mejor circulación del balón, al tiempo que la posesión ya no fue una quimera sino una realidad. A todos nos pareció que las palabras del mister en la previa cuando hablaba de sostener el cuero y prolongar las posesiones no habían sido una conjunción de frases hechas, sino que desde Ceuta su cabeza las había macerado hasta la obsesión.
Por otra parte la participación de algunos jugadores fue determinante. Hablamos de Guti y Paul, verdaderos ejes de la contención y la creación. Hablamos de Dani Gómez, cuyo trabajo hizo posible la fijación de la defensa contraria. Y hablamos de Moyano, agitador y generador de espacios, y entre todos, de Marcos Cuenca, agudo estilete capaz de desequilibrar y abrir túneles de luz en su banda.
Todo sumó en una primera parte netamente zaragocista. Los jugadores se aplicaron en el desarrollo de una idea sensata, equilibrada y, sobre todo, posible. Cada jugador hizo lo que tenía que hacer y, muy importante, lo que sabía hacer, bien entendido que para que ese tipo de partido se diera fue necesario acortar la largura del equipo y rellenar los vacíos que tanto daño habían hecho hasta esta jornada.
Hemos hablado de varios jugadores pero quizás el más sobresaliente fuera el joven Cuenca, artífice de varias jugadas que abrieron surcos en la defensa burgalesa. Un centro suyo no lo remató Moyano por poco y él mismo disparó fuera un centro de Moyano, el otro percutor que ajustó su juego aprovechando el cemento del centro del campo.
Atrás, ningún problema. Tachi e Insua consolidaron la defensa dándole aire a Francho y Pomares, muy certeros en su papel. Entre todos asignaron al balón un papel crucial. Circulación, posesiones largas y con sentido, nada brillantes pero sí seguras. Y de una de ellas surgió el gol. Cuenca condujo en el tramo final y se la dio a Francho. El zaragozano no controló pero sí lo hizo Moyano, quien con un hábil quiebro en el área le rompió el espacio a su par y armó un chut definitivo que supuso el tanto de la victoria. Muy bueno.
Poco después Cuenca pudo ampliar el tanteo, pero su remate salió rebotado. Por el contrario, el Mirandés se acercó a los dominios del debutante y veterano Andrada con un disparo lejano de Illescas, aunque su leve roce con la punta de los dedos desvió el balón a córner. No hubo nada más.
Por primera vez en la temporada el Zaragoza se iba al descanso con un gol de ventaja. Pintaba bien el paisaje blanquillo y el partido se reanudó con las mismas buenas sensaciones de la primera parte. El pequeño susto vino con las molestias de Cuenca, fruto de su enorme esfuerzo, que obligó a Gabi a poner a Paulino en su lugar. Ahí perdió el equipo aragonés finura en la banda. Lo que no abandonó fue su aplomo y disposición táctica.
El partido estaba donde debía estar. Buen posicionamiento, gracias a la pericia de Paul entre otros, calma y ritmo pausado y correcta sujeción del Mirandés. Los de casa plancharon a los aragoneses en su zona de cuarto bajo, pero sin poner en riesgo el marcador. Las cosas, sin embargo, cambiaron un tanto a partir del minuto 70. Fue cuando se lesionó Postigo y Fran Justo, entrenador rojillo, utilizó al exzaragocista Marí. El valenciano se aplicó a cumplir esa legendaria maldición que habla de los jugadores que han vestido la blanquilla y disfrutan goleando a su antiguo equipo.
Hasta en dos ocasiones lo intentó Marí. La primera, en un cabezazo bien atenuado por Andrada. Luego fue Bauza, quien remató de forma rara un balón mal despejado en un córner para estrellarlo en la parte exterior del larguero. Por último, volvió Marí a ensayar pero su remate rebotó en un defensa.
Era el momento del refresco. Gabi quitó de golpe a Moyano, Saidu y Dani por Tasende, Keidi y Bazdar. Frescura en la noche vitoriana que sirvió para reactivar al equipo que buscó el segundo gol desde la serenidad. El gol pudo haber llegado en una incursión de Francho por su banda, ayer más seguro, que remató Guti pero que no encontró la red porque un defensa se interpuso.
Desde entonces hasta el final el Zaragoza supo manejar los tiempos y emplear esos recursos tan útiles para cerrar los partidos que no siempre han sido utilizados por los de Gabi. Ello permitió que el Mirandés se fuese diluyendo en su propia impericia y los tres puntos se subiesen al autobús de regreso. Una bocanada de vida en medio de la negrura de un comienzo de temporada que anunciaba fractura y abismo. Si es el comienzo de algo o la mentira de nada lo sabremos a partir del domingo ante el Córdoba.