
Un dedo puede ser luz que ilumina un camino o señal que acusa al culpable. En todo caso, un dedo fue ayer el símbolo de la impotencia o de la rabia, según se interprete. Un dedo, el de Bazdar, que manda callar o que pide silencio para reflexionar. Un dedo, en definitiva, que indica que algo no va bien en este Real Zaragoza que ayer cayó humillado por un equipo recién ascendido. Segunda derrota en una semana. Y los fantasmas, Gabi. Esos espectros que deambulan por el castillo semi derruido que aparenta ser el equipo blanquillo.
Había ilusión en el Ibercaja Estadio. Se disputaba el primer partido oficial en el complejo modular y, además, nacía una nueva temporada en cuyo discurrir nadie espera que quepa la desidia y el tormento de la pasada. Gabi repitió prácticamente alineación, con la salvedad de Pau y Soberón, y con esos jugadores afrontó un partido nada fácil pero, a priori, de los más asequibles. Sin embargo, en el minuto 9 ya tronaba en el Ibercaja. Unos primeros compases de aguas muertas dieron paso a una jugada tonta y torpe que dio con el balón en la red de Adrián. Y es que cuando se juega contra el Zaragoza cualquier futbolista se viste de futbolero. Ayer, Lautaro.
El equipo montañés no se lo creía, pero se aplicó a la faena de atragantar el gaznate de los locales con una defensa cerradica y bien dispuesta. Fue el tiempo de las jugadas con buena intención pero poca sustancia. Acciones como las de Moyano, chut fuera, o Soberón, parada de Arón, o de nuevo Moyano, disparo justo a la base del poste.
Había goteo de gestos, acercamientos con pretensiones. También nervios en la defensa cuando el Andorra se desplegaba, sobre todo con las carreras de Min Su Kim. Todo eso ocurría, es verdad, pero no se llegaba a rozar el gol del empate. Había fogonazos, como el de Dani Gómez regateando a varios rivales pero cuyo centro no encontró a nadie y alguna posibilidad a balón parado, como la falta que ejecutó Tasende, pero sin éxito.
En la banda había más tensión que relato. Gabi gesticulaba y buscaba sostener a los suyos a base de mensajes de buen trotiador, sabiendo que el contrario, sobre todo el habilidoso Min Su Kim, podía hacerles un roto en cualquier momento. Y así fue: en el 36 puso a prueba a Adrián con buen chut que el portero zaragocista rechazó en una buena intervención. Como respuesta, Francho corrió su banda sujeto a su firma y puso un balón en el área pequeña que Moyano no cazó.
Hasta el descanso aún se pudieron ver un par de acciones en cada área que no culminó nadie porque la categoría da para lo que da. Sobre todo en el caso del Zaragoza, falto de finura en la técnica y escaso de acierto en la culminación. Menos en el Andorra, que se fue a la ducha con los deberes hechos y un resultado dulce que le sabía a gloria.
Gabi mantuvo el mismo once tras el descanso y el resultado, claro, fue idéntico. Min Su Kim siguió a lo suyo y en un par de minutos puso a prueba a Adrián con otro chutazo que amenazó con batirle, aunque anduvo listo en la captura. Esa fue la señal para que entrasen en el campo Toni Moya y Valery. Para algo sirvió, porque en un instante Moya enganchó un balonazo curvo que estrelló en el poste derecho de Arón. Fue una leve alegría en medio de una noche sin chuco ni muco. Era una buena noticia que el extremeño entrase con semejante
energía cuando es uno de los jugadores de los que se rumorea que puede salir. Pero del mismo modo que nos envió un mensaje de esperanza destrozó todo con una torpe cesión a Pomares que este no pudo controlar. Su reacción inmediata, e inadecuada, fue placar a Lautaro. Roja.
Los males no vinieron solos. Pocos minutos después se lesionó Tasende y para acabar de cerrar el triángulo el Andorra logró el 0-2 después de gustarse con una bonita jugada del inquieto Min Su Kim. La defensa, sin matices, es un drama. Mejor: el sistema defensivo es un problema. A Gabi le faltan piezas y es urgente echar la llave a la fragilidad estructural del equipo, que ayer vio cómo el agua entraba por mil sitios. Y con rapidez, pues apenas cinco minutos más tarde a la salida de un córner llegó el 0-3. Una sombra tenebrosa cubrió el alma de la afición zaragocista que, apagada, agrietada, hundida dio por perdido el partido.
Ni siquiera el gol 1-3 de Bazdar tras robo en la línea medular pudo calmar la pesadumbre del zaragocismo. Todo estaba perdido y lo peor de todo es que, en efecto, han vuelto los fantasmas. Gabi tiene razón, pero no encuentra razones para explicar lo que sucede. Llevamos solo dos jornadas y queda una semana para que se cierre el mercado. La respuesta tiene que llegar en forma de fichajes y que estos sean de calidad. Aquí no caben las frases con las palabras “trabajo”, “compromiso”, “esfuerzo” adornando declaraciones. Aquí solo vale ganar.