
El Real Zaragoza llegó recogido a Castellón. La semana había sido rara y enmarañada, envuelta en un maremoto de rumores de fichajes. Además, la afición no encuentra un norte al que seguir y los medios de comunicación no aciertan a asumir un relato equilibrado. No era extraño, pues, que Gabi optase por el clásico cerrojo al que se aferran los entrenadores cuando su equipo ha recibido cuatro goles en dos partidos, en dos derrotas.
El equipo se almohadilló. Cinco defensas, un medio del campo atiborrado y un único punta a la caza de la fortuna. Así comenzó el partido y muy pronto se dio el asedio de los orelluts. El juego basculó hacia la portería de Adrián y la música que sonaba era de un viento afilado que anunciaba ocasiones de gol que se dieron muy pronto. Una, dos, tres. La defensa achicaba proyectiles y bien por desacierto, bien por consistencia el marcador se mantenía a cero.
Cuando el balón se quedaba en poder rojillo (ayer tocaba ser tomate) en seguida volaba hacia el área contraria, pero allí el control lo tenía el Castellón. No era esa la mejor decisión. Bazdar no cazaba ni una y aunque recorría cientos de metros, solo le esperaba la nada. El centro del campo ocupado por Guti y Moya no podía controlar las embestidas de los locales, quienes encontraban en las bandas senderos muy anchos, sobre todo el defendido por Francho. Allí circulaba el juego y la escasa capacidad de Aketxe (cuyo traspaso a Malasia conozco mientras escribo esta crónica) para contribuir a la defensa hacía que fuese muy fácil generar peligro.
Tenemos apuntadas media docena de situaciones que bien poudieron haber acabado en gol pero está visto que en esta categoría lo de rematar la faena no es déficit solo zaragocista. También Adrián y los defensas contribuyeron en la labor de abortar el peligro, sobre todo Saidu, omnipresente y poderoso en todos sus gestos. El joven portero, decimos, firmó ayer un actuación notable que hizo posible que su portería solo acogiese una vez el balón y eso sería en la segunda parte. Es lógico que semejante dominio activase los pilotos rojos de la preocupación, pero cuando se acercó el último cuarto el Zaragoza se sacudió el agobio y comenzó a proponer.
Aketxe, antes de irse a Malasia, probó fortuna desde muy lejos con una atrevida vaselina. Poco después Bazdar fue derribado cuando se iba al arco contrario, en claro error arbitral. Por último, Moyano lanzó un seco disparo que detuvo con acierto Amir. Buenos chispazos que aliviaron la angustia zaragocista.
En la caseta hubo un cambio: Soberón por Bazdar. Con el cántabro, Moyano mezcló mejor y eso, además del adelanto de líneas, hizo posible que el partido se equilibrase. Se vio más consistencia, más solidez en el juego aunque el Castellón no olvidó su idea y porfió en el juego por banda y la rapidez en la circulación. Eso hizo daño al Zaragoza, que cuenta con un cierto vacío en el medio campo que solo Saidu pudo completar poco a poco con su potencia y energía.
En el minuto 15 llegó el gol levantino. Fue tras una buena combinación que rompió la defectuosa disposición defensiva, demasiado compleja para que ayer funcionase bien. Cipenga resolvió espléndidamente una jugada muy bien hilvanada que rompió el plan de Gabi. Había que actuar y el madrileño puso a Paulino en el campo y en seguida a Dani Gómez y Valery. Había que agitar las aguas.
Algo se activó en la mente de los rojillos. Puede ser que el Castellón ralentizase algo su ritmo o tal vez fue que el Zaragoza dio ese paso adelante. Lo bien cierto es que su mejor jugador ayer, Saidu, rompió un par de líneas, armó su cuerpo fornido y conectó un latigazo que le quitó las legañas al larguero. De haber entrado habría sido, sin duda, el gol de la jornada.
Había luz. Mortecina, quizás, algo tenue, pero luz. El Castellón siguió a lo suyo y en esas estábamos cuando Adrián tuvo un par de actuaciones excelentes que evitaron el 2-0. La primera, un mano a mano ante Camara y la segunda, un remate de Doué. Es así y cuando el portero salva goles hay que ponerlo en negrita.
Y llegamos al minuto 85. En ese momento se produjo la jugada que propició el gol del Zaragoza. Fue un balón largo que lanzó Radovanovic y que llegó a Dani Gómez. Este se deshizo de su par, dribló al portero y logró el empate tras chut agónico. Se señaló fuera de juego de juego pero el VAR corrigió al linier y el tanto recibió la etiqueta de legal.
Fue un empate con cierto vaho en los cristales, con algo de hollín en las ventanas, pero con el valor de un punto que da aire al equipo y confirma la importancia de mantener el criterio, cerrar las costuras con los fichajes necesarios y continuar con la tarea de limpiar el ecosistema zaragocista de relatos negativos.