
No hay sintonía. En el Real Zaragoza las conexiones no funcionan. Esto es un grave problema, porque un equipo de fútbol cuyo cuerpo técnico reconoce que comete errores graves y cuyos jugadores no saben aplicar las instrucciones tiene los días de vida contados.
La derrota de ayer es un relato tenebroso cuyo final, aún lejano en número de capítulos, se anuncia trágico. No tanto por la mísera renta obtenida hasta hoy como por los estériles párrafos que cada semana escribe y eso, en fútbol, es el prólogo de una crisis. Una más, aunque en esta ocasión más madrugadora que de costumbre. Tormenta.
El partido tuvo un prólogo emotivo cuando el legendario Nayim, ceutí de nacimiento, hizo el saque de honor. La ceremonia nos llevó a todos los zaragocistas a territorios añorados y en cierto modo nos invitó a soñar con un futuro fértil, quién sabe si partir del día de ayer.
Para empezar, conocimos a los elegidos para tamaña empresa. Gabi revolcó una vez más la alineación. No siguió los senderos de la calma y renovó la línea defensiva con hasta tres cambios, poniendo en el campo a Juan Sebastián, Rado y Tasende. Demasiada agitación, tal vez innecesaria. Además, en el centro del campo volvió a alinear a Keidi Bare, después de que el albanés jugase un mediocre medio tiempo en la jornada anterior. Lo demás, igual
Esta propuesta llevó al equipo a jugar a contener y no plantearse ni una sola aventura ofensiva. Por incapacidad, pero también por voluntad. De este esquema inicial se aprovechó el Ceuta, que abrió las bandas con Aisar y Koné, muy bien toda la tarde, y apostó por la conducción del aragonés Rubén Díez. De su cabeza y de sus pies salieron buenos balones que llegaron con fluidez a la portería de Adrián. La mejor, una que propició tras buena jugada suya que Zalazar rematase. Adrián, seguramente el mejor de todos, despejó el remate y después el larguero evitó que Almenara lograse el primer gol.
Había muchas luces rojas encendidas y pocos interruptores para apagarlas. Tan solo cabía esperar algún gesto de Moyano, activo y dispuesto, como el que llegó con el saque de una falta al borde del área que salió fuera por poco, rozando el larguero. O como el chut de Keidi desde el borde del área que murió desviado después de una combinación entre Dani Gómez y Tasende. Pero todo era humo en medio del deseo de mejorar a través de nuevas soluciones y distintos jugadores.
Gabi actuó, poniendo a Francho en lugar de Juan Sebastián. Algo se activó el equipo, seguramente porque las líneas se ordenaron mejor y algunos jugadores se aplicaron a la tarea con más intención. Así, pudimos disfrutar de dos acciones más cercanas a la generación. Kodro, más presente durante los primeros minutos, tuvo una y Dani Gómez, poco después, buscó y encontró el espacio a pase de Keidi, pero su cabezazo le salió muy débil.
El partido se equilibró moderadamente y eso permitió que las cabezas de los zaragocistas se limpiasen algo, abandonando algún miedo y ofreciendo mejores prestaciones. Eso propició que Moyano dispusiese de otra oportunidad para lograr el 0-1, pero Guille Vallejo lo impidió con una buena parada. Comenzaba a extenderse un cierto aroma a éxito. A ello quiso contribuir Gabi poniendo en el césped a Bazdar y Pau, buscando seguramente el punto sobre la i de la victoria. Podía ser. Pero no fue.
Minutos más tarde una jugada tozolonera mal defendida en la que pudimos ver algún error evitable dio con el balón en las cercanías de Martos. El ceutí, sin dudarlo, enganchó un chut seco y paralelo que dio con el cuero en la red de Adrián. Quedaban unos treinta minutos, pero el ánimo del equipo se resquebrajó. Los puntas avispas se aplicaron al alboroto con poco acierto, pues sus carreras se mostraron estériles. Tampoco la entrada de Valery supuso una solución a los problemas del grupo. Ni la aportación de Toni Moya, poco actor en las últimas jornadas, pudo romper la bien ubicada defensa local. Así, se llegó al final con el miedo ya instalado en el hogar blanquillo y con casi todos los muebles fuera de sitio.
Hay cierto acuerdo en afirmar que Gabi no varía su propuesta cuando vienen mal dadas y que confía toda solución a los jugadores que introduce como cambios, sin proponer nada diferente. Si eso es así, hay motivos para la preocupación, pues lo que se espera de un entrenador es una respuesta diferente cuando la vida es distinta. Si, además, se sigue demandando tiempo para comenzar a salir del abismo en el que ahora se lame sus heridas el Zaragoza, mucho me temo que no apuntan los rayos del sol a un horizonte esperanzador.