(20/03/2019) Aquel colegio era un centro distinto. En la primavera de 1971 el maestro de 4º les dijo a los alumnos (solo chicos) que el curso siguiente no sería como todos, pues comenzarían algo denominado 5º de E.G.B.
Aquel colegio inició un camino que hoy llamaríamos innovador. Los alumnos no compraron libros de texto: habría un lote por cada cinco chicos. Trabajarían por equipos, lo que hoy llamaríamos aprendizaje cooperativo. Disponían de una biblioteca muy frecuentada y su trabajo diario consistía en buscar información, investigar y explorar en sus libros, algo muy parecido al ABP. Experimentaban en el laboratorio, un espacio apropiado para acercarse a la ciencia y el profesor de idioma de 8º les hablaba en un perfecto francés.
Con Franco aún vivo analizaron en la prensa el discurso de Arias de febrero de 1974 y leyeron de principio a fin en voz alta y resumieron el libro “Mil días de fuego”, de J. M. Gárate. Sus instalaciones deportivas eran amplias y muy utilizadas tanto por los alumnos como los profesores (aquellos partidos de tenis…) y en su salón de actos vieron películas y disfrutaron de obras de teatro. Aquel colegio, digo, era un centro diferente a comienzos de los años 70.
Aquel cole es hoy el IES “María Moliner” y en él su profesorado atiende con dedicación y generosidad a su alumnado. Lo visité hace poco y en sus pasillos y en sus aulas hallé la luz de mi infancia. Con sus responsables compartí mi pequeña patria y en su mirada descubrí el mismo brillo que mis maestros nos regalaron. Y estuvimos de acuerdo en que la escuela de hoy le debe mucho a quien nos precedió. Por eso sus protagonistas merecen ser conocidos, su historia divulgada y sus logros incorporados a nuestra cultura. Es necesario.