
Un principio que ampara nuestra fe en la educación es que nuestros sistemas deben cuidar la cooperación. También propiciar la compartición y facilitar el diálogo para construir colectivamente. Además asumimos el posicionamiento democrático en la toma de decisiones. Esto es así porque creemos que la escuela es una comunidad que cuida y una realidad que acoge lo propio y lo colectivo como un valor precioso. En entornos de avanzado espíritu participativo se consideran la clave de toda iniciativa comunitaria, amparados en conceptos como “la ciudad de los cuidados”.
Hace unos días compartimos encuentro con los centros de la #RedEvolución10. En estos centros se hace realidad el fomento del cuidado entre sí y se llevan a la práctica experiencias cuya protagonista es la comunidad educativa. En ellos se dan iniciativas que los convierten en ecosistemas concienciados. En ellos se llevan a cabo prácticas de apoyo mutuo. Esta mirada contribuye a crear un “nosotros” integrador, una estructura ilimitada en los afectos y exuberante en la amplitud social.
Creo en las comunidades diversas y complejas. Creo en la contribución a la construcción de una ciudadanía vinculada a la convivencia que convierte el cuidado mutuo en horizonte inspirador. Cuando las relaciones se apoyan en el aprecio nos reencontramos con nosotros mismos y convertimos la acogida en seña de identidad de la comunidad.
Todo para volver a escribir con la tiza de la atención mutua que un centro educativo es lugar de aprender, sitio de crecer, momento de convivir.