Cómo nació la Ofrenda de Flores de Zaragoza: recuerdos de un valenciano.

Hoy, día del Pilar, decenas de miles de ciudadanos viviremos un gran acto de encuentro en torno a la figura de la Virgen del Pilar: la Ofrenda de Flores. Quiero compartir con el mundo el relato de cómo nació este acto hoy principal de boca de una de las personas más importantes de mi vida: mi muy querido Juan Perpiñá, mi suegro.

Me contaba Juan, valenciano de nacimiento, que él llegó a Zaragoza en 1955. Le trajo hasta aquí la idea de labrarse una vida con su trabajo y su voluntad de ser. Me decía también que a mediados de los años 50 los integrantes de la Casa de Valencia en Zaragoza “nos reuníamos alrededor de la iglesia de San Gil donde se veneraba a la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia”. Allí “hacíamos una ofrenda de flores a la virgen, imitando la que se celebraba en Valencia desde 1945 y después visitábamos a la Virgen del Pilar, a la que también ofrecíamos nuestras flores tras recorrer las calles del centro de la ciudad”. En ese momento don Hernán Cortés era deán del Pilar y en seguida “abogó por que se hiciera eso mismo aquí, en Zaragoza. Y esa idea la remató un concejal excepcional, que era Manuel Rodeles, un hombre sencillísimo, fuera de lo normal”. Él tenía una relación muy especial con la Casa de Valencia, con cuyos miembros convivió en multitud de encuentros.

Creía Rodeles que Zaragoza necesitaba cambiar el estilo de las fiestas del Pilar, demasiado cerradas, al tiempo que admiraba la celebración de las fiestas de Valencia. En ese contexto, en marzo de 1956 “la Casa de Valencia organizamos un viaje privado del concejal en el que le acompañamos varios miembros de la junta directiva de la Casa de Valencia: entre ellos se encontraban Antonio Leyva, Cándido Antolín, Vicente Sancho, Vicente Tejero” y mi suegro, Juan Perpiñá.

Durante aquel viaje “nos reuníamos en el Centro Aragonés de Valencia, el antiguo, que estaba en una travesía de la calle La Paz”. Juan Perpiñá recordaba y me contaba cómo el concejal Rodeles “tomaba muy buena nota de todo en una libreta que llevaba con él, especialmente del pregón y de la ofrenda de flores a la Verge dels Desamparats”, siendo este acto el que más le impresionó. Tan fue así que volvió a Zaragoza decidido a celebrarlo en la capital aragonesa en honor de la Virgen del Pilar.

En Valencia existía una red de agrupaciones (los casals falleros) con los que que en Zaragoza no se contaba. Juan relataba cómo le hicieron ver ese detalle y lo consciente que era de ello, un inconveniente de difícil solución. Hay que tener en cuenta que en Valencia había más de 600 agrupaciones, lo que sumaba miles de personas que le daban a la ofrenda una vistosidad que aquí sería muy difícil lograr. Eso era un inconveniente que se trató durante meses, pues no había posibilidad de organizar una ofrenda de las dimensiones de la valenciana dada la inexistencia de una red humana que hiciera posible el acto.

Rodeles era, a la sazón, delegado nacional de Educación y Descanso, una organización de tipo cultural y recreativo, dependiente de la Organización Sindical Española, que existió entre 1939 y 1977. EyD estaba dedicada a promover y realizar todo tipo de actividades artísticas, culturales y deportivas por parte de los trabajadores. Era la solución. Rodeles contaba con la posibilidad de movilizar a decenas de agrupaciones regionales que le podrían dar  vistosidad a la ofrenda de flores con su presencia. Aun así, no dio tiempo a organizar la ofrenda en las fiestas de 1957, por lo que hubo esperar al año siguiente, 1958, para celebrar la primera considerada como tal.

Juan, mi suegro, como miembro de la Junta Directiva de la Casa de Valencia, me contaba cómo colaboraron en la organización de esa primera ofrenda. Que también tuvo un papel importante en la primera ofrenda la Casa de Andalucía. Que vinieron agrupaciones regionales de toda España. Recordaba con especial agrado a la de Canarias, con cuyos componentes disfrutó de unos días inolvidables. Que se repartieron decenas y decenas de ramos de claveles (20.000) con cargo al Ayuntamiento. Y que aquella primera edición contó con más espectadores que participantes, lo que no fue un obstáculo para que la idea creciese año tras año.

Manuel Rodeles fue el impulsor, así, de lo que hoy es el acto central de las Fiestas del Pilar (los Pilares) y a su desarrollo contribuyó también, de manera decisiva, Antonio Beltrán Martínez, insigne historiador, arqueólogo, experto mundial en arte prehistórico y difusor cultural de primer orden. Y unidos lograron que se consiguiese celebrar aquella primera ofrenda de flores que “Heraldo de Aragón” relató como sigue en su edición del 14 de octubre de 1958:

«En el altar situado en el centro de la fachada principal de la basílica se había colocado una imagen monumental de Nuestra Señora, cuyo manto se fue llenando de flores llegadas de todas las regiones de España y tejidas con admirable habilidad por técnicos en esta tarea, que se mostraron verdaderos artistas. El manto y el altar quedaron rápidamente cubiertos. En el desfile, que fue presenciado por muchos miles de personas apiñadas en la plaza de las catedrales, llegaron en primer término los ramos de nuestras escuelas con primorosos cestos de flores. Después, muchas señoritas ataviadas con los trajes regionales de ceremonia más típicos subieron al altar de dos en dos para ir volcando sus canastillas y ramilletes de flores a los pies de la Virgen. Había en estos grupos representaciones de Castilla, Levante, Cataluña, Andalucía, Galicia, Vascongadas y Aragón, de las tres provincias y de todos los barrios de la ciudad. El desfile, verdaderamente animado, e interesante, causó una gran impresión en el público que lo presenciaba, considerándolo como uno de los festejos más acertados del programa del día principal de la fiestas. Puede decirse que participaron en la Ofrenda más de dos mil muchachas, bellísima presencia de todas las regiones de España en nuestras Fiestas del Pilar».

Y para que quede constancia de la memoria de mi muy querido Juan Perpiñá, mi suegro, aquí lo dejo escrito como testimonio personal, signo de unos tiempos que fueron la juventud de mis mayores, germen de lo que somos y reconocimiento a los sueños de una generación que vivió como supo porque de eso se trataba.  Porque ese es su legado.

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