
Seamos irreverentes. Hablemos de progreso y de emancipación individual y colectiva y abordemos la dimensión de la coeducación y la igualdad de género. Promovamos el justo acceso a recursos y oportunidades y fomentemos entornos de respeto mutuo y comprensión.
Demos un paso más: favorezcamos las habilidades sociales y facilitemos el aprendizaje a interactuar con los iguales constructivamente. Item más: desafiemos a los prejuicios de género y preparemos al alumnado para entornos laborales y sociales más inclusivos.
Según Durkheim la educación se concibe como un proceso socializador y en este contexto la coeducación será ese ecosistema beneficioso para el desarrollo social y emocional del alumnado. Al tiempo, confirmamos que mejora su autoestima y contribuye positivamente al rendimiento académico.
No me digan que no son buenas noticias. Quizás no muy populares, pero ya podemos afirmar que aunque no hay recetas para “tantos problemas sin solución”, sí disponemos de herramientas relacionadas con la igualdad de género. Si ayuda a romper escenarios de discriminación es bueno para vivir en una sociedad en la que no quepa la violencia y en la que no prime la competitividad. Todo para coincidir con Elena Simón cuando define a la coeducación como ese “sistema de intervención intencionado que pretende la construcción de un mundo común y no enfrentado (…) vinculado a los aspectos humanos de la cultura y la ciencia, llevados a cabo por mujeres y hombres del más amplio espectro”. Común.