
Hace un tiempo escribí sobre el arte de convivir. Fromm perfuma esas palabras y me invita a considerar el bienestar como una luz necesaria en nuestras vidas de docentes. También a creer que es posible huir del bloqueo que nos imponen las dificultades diarias.
El profesorado rechaza la inmensa carga burocrática que desvirtúa su práctica educativa y oculta lo importante tras la hojarasca documental. Sigue creyendo en la necesidad de formación y, sobre todo, de complicidad y compartición. Proclama el insuficiente apoyo en competencias emocionales y expresa la voluntad de abordar el cuidado y protección del alumnado. Además pide herramientas pedagógicas para encontrar las preguntas apropiadas si hablamos de diversidad, equidad e inclusión.
Es un planteamiento aceptado, del mismo modo que aceptaríamos que es mucho mejor aportar respuestas colectivas frente a las soluciones individuales. Que no nos engañen.
Así mismo habrá que buscar un diagnóstico del clima escolar. Es impopular, pero lo diré: el diálogo es necesario. Hablar, sana, así como escuchar nos acerca ser comunidad. Y muy saludable: conocer a quienes están satisfechos y son personas comprometidas. Con el ejemplo, crecemos.
Por último, el cuidado personal es un instrumento que robustece al ser humano, así como la colaboración aporta vigor a la comunidad y sostiene el sentimiento de pertenencia.
Con todo, el bienestar es una playlist inacabada y se merece una segunda audición que reproduciremos en siete días.