Educar, la emoción del ser (Heraldo Escolar)
En el consciente colectivo educativo se ha instalado una idea: la escuela debe trabajar por la mejora del rendimiento, para lo que deberemos buscar nuevas formas de aprendizaje. Bajo esa premisa surgen marejadas formativas no siempre fértiles. Bien porque los interrogantes que nublan nuestro ser educativo no se plantean de modo adecuado, bien porque en ocasiones lo son en contextos confusos.
En un encuentro de educadores planteamos una reflexión: expresar el grado de conocimiento y de aplicación en su práctica educativa de varias metodologías y conceptos que consideramos relevantes. Las respuestas nos indicaron que el camino nos lleva más bien a entender que la respuesta la hallamos en aprender juntos, con iguales y con objetivos compartidos.
Según un informe de SM el 38 % del profesorado trabaja con distanciamiento e indiferencia, cuando hace 15 años era el 2 %. Si para llegar al alma y la mente del alumnado tenemos que apostar por la emoción, parece razonable aceptar que el profesorado debe educarse en su manejo. Y más importante será que los centros educativos cuenten
con profesionales hábiles en relaciones interpersonales y portadores de valores como la sensibilidad social, el compromiso con la comunidad, la capacidad de comunicación y la vocación de convivencia.
Si ni los sistemas de formación ni el modelo de acceso a la profesión son ecosistemas que contribuyan a ello, será que de las fuentes de nuestro aprendizaje no brota el agua que necesitamos beber.



