(Publicado en Heraldo Escolar el 1 de junio de 2016)
“Horrendo tsunami”. Así califiqué en marzo de 2015 la situación que se había creado en torno a la evaluación en Aragón y que provocó un estado de angustia en el profesorado, empujado a implantar un modelo regido por los estándares (esos estandartes) y los indicadores de logro en un proceso incomprensible. Pero eso pasó. Ahora algunas aguas han vuelto a algún cauce, si bien en él permanecen algunos residuos que la riada arrastró.
Hablemos de lo que debe ser la evaluación y lleguemos a acuerdos. Una vez más. No caigamos en la trampa de la enumeración infinita de adjetivos (formativa, sumativa, criterial) que todos sabemos lo poco que nos dicen. Evitemos esa tendencia que presenta a la evaluación como un ejercicio técnico de rendimiento de cuentas del alumnado y del profesorado, en un momento en que parece que haya más control que evaluación.
Si consideramos que la evaluación formativa es la que forma, la actual práctica evaluadora debería mejorar el aprendizaje. Sin embargo, no parece que eso esté siendo así y que estamos algo alejados de lo que sugiere Stake (2006), cuando afirma que de la buena evaluación todos aprendemos.
Cuando procuramos al alumnado herramientas de contraste entre lo que pretendemos y lo que conseguimos, entramos en el universo de la investigación, del debate, del encuentro, del diálogo. Y si esa confirmación se realiza entre iguales y de uno mismo hacia sí, es posible que nos podamos encontrar respuestas a preguntas como ¿para qué evalúo? , ¿a quién sirve este modelo? o ¿qué hago con los resultados de un ejercicio evaluador?. Es decir: si lo que buscamos es calificar, corregir y disciplinar o, por el contrario, pretendemos estimular, ayudar e investigar.
En cualquier caso, y una vez más, parece razonable invitarnos a ser conscientes de la importancia de aprovechar esta nueva oportunidad y procurar que las decisiones sean producto de la reflexión común, el diálogo compartido y la cercanía de propósitos, algo muy parecido a un proyecto transformador en primera persona del plural.
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