Con la calma (Heraldo Escolar)

Es habitual recorrer los pasillos de un centro y encontrarse en cada rincón con retales de prisa y girones de urgencia. El calendario y los horarios son esos candados implacables que ocultan el sosiego necesario. Sin embargo, creemos que la educación debería vivir acomodada en la meditación, el estudio y el intercambio de saberes. 

   Pienso que el hecho educativo no debe estar al cobijo del vértigo y la tarea escolar no tiene que rendirle cuentas a la premura.  

   Nos viene bien hablar entre nosotros, mostrarnos lo que somos con detalle y ponerlo a disposición de los demás. Dice Mar Hurtado (Rosa Sensat) que “hay que recuperar la calma y la lentitud de aprender. Con las pantallas (…) todo el conocimiento lo pasamos de puntillas y los estímulos son impactantes pero poco profundos y un maestro tendría que saber hacer parar las cosas pequeñas”. Buena razón para asegurar el rumbo de la palabra compañera, la que nos enseña los universos de los grandes pedagogos que nos señalaron los senderos de la sabiduría. 

   Aboguemos, así, por la cultura de la reflexión, de la lectura, porque como dice David Pujol, “es básico que los maestros dominen la lengua (…) y sean buenos lectores, que vayan a las bibliotecas, que se impregnen porque así después lo trasladarán a la escuela”. Es una loa al sosiego. Es, en fin, un espejo en el que se refleja el pensamiento de Freire cuando expresa: “La educación verdadera es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo”.  

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