Palmira Martínez nació para ayudarnos a comprender la vida. Cuando eligió estudiar Magisterio no podía imaginar que su vida iba a estar unida a su tierra, Teruel, y especialmente a la escuela rural. Desde sus comienzos, en Arcos de Salinas y Javaloyas, hasta sus últimos años como docente en el CRA Turia, concretamente en Villaespesa, Palmira creyó en la importancia del compromiso con la educación y lo hizo verdad a través de su entrega, su trabajo y su capacidad para estar cerca de los demás.
De toda su carrera destacan, sin duda, los 20 años que trabajó y vivió, sí, vivió, en el CRIET de Alcorisa. En 1987 se incorporó al equipo docente de ese centro educativo, referencia rotunda de la escuela rural turolense, aragonesa y española. Junto a sus compañeros formó parte de un proyecto que trascendió a la pequeña localidad bajoaragonesa y en ella fue maestra, administradora y durante dos año, directora. Pero sobre todo, fue cálida educadora y cuidadora de aquellos niños y niñas que aprendieron a convivir con sus iguales y experimentar la riqueza del encuentro.
Palmira contribuyó a que el CRIEt de Alcorisa fuese un centro dinamizador de la sociedad rural turolense, aglutinador de proyectos comunes y agente de acogida. Y de sus últimos años en el CRA Turia, en Villaespesa, nos quedamos con su suave y perseverante presencia que ha llevado a esa comunidad a disfrutar de experiencias reconocidas en varias premios y menciones de ámbito nacional.
Y todo ello lo ha hecho de la manera más difícil: siendo un miembro de la comunidad educativa que destacado porque no destaca. Su sencillez ha sido su seña de identidad y la humildad, su gesto más reconocible. Por eso Palmira Martínez merece este reconocimiento, porque encarna a la perfección la belleza de alma de tantos y tantas maestros que han hecho del trabajo en las aulas rurales su forma de estar en el mundo.
Palmira Martínez: “Antes se nos animaba a todos a estudiar fuera para progresar” (www.heraldo.es)