Querido Colegio: cuando leas esta carta ya habré cerrado las puertas de los corazones en los que he habitado los últimos años. Los árboles que agrandan tu imagen se quedarán, fuertes y bellos, en el patio cuyos rincones han recorrido cientos de niños y niñas y en la sombra de sus brazos hemos guardado el fruto de tanto esfuerzo.
En tus aulas he sido muy feliz. Tanto que aunque me lo propusiera no podría recorrer todos los caminos que me has ofrecido para ser recorridos. Desde aquella mañana de 1991 en que pisé por primera vez las calles alcorisanas del saber han salido muchos soles y han nacido todas las noches, pero no puedo imaginar otro lugar en el mundo mejor que este para crecer, amar, aprender, soñar, trabajar y entregarse a los demás.
He podido comprobar que la amistad es un bien irrenunciable y que la lealtad es un tesoro que conviene cuidar con el mimo de lo infinito. He sabido que el saber es un huésped al que conviene acoger con la calidez de nuestros mayores y he comprendido que el trabajo es la llama que ilumina el futuro, el que construimos cada día entre todos.
Créeme, amada escuela, que este nudo que me ata la garganta servirá para llevarte siempre en mi corazón, cosido al alma como sólo el amor abrocha nuestras vidas a la vida, y créeme también si te digo que desde hoy cuentas con mi compromiso de ser el más fiel y entregado de los embajadores, cuyo único fin será honrar tu nombre donde quiera que caigan mis pasos, aún ilusionados y dispuestos a la labor común.
Hoy doy por cumplida mi responsabilidad como director del colegio de Alcorisa, pero no por eso acaba mi compromiso con vosotros. Y tiene que ser así pues el colegio queda en manos de mis queridos Benito y Ángel, siempre amigos, siempre amados, que continúan la tarea que un lejano mes de Julio de 2001 iniciamos juntos y que pretenden completar ahora acompañados por nuestra apreciada Pilar. Sé que van a construir un hermoso edificio en el que caben, cabemos todos y en cuyos cimientos
encontraremos valores tan propios de Alcorisa como el trabajo en equipo, el amor a una profesión y la vocación de servicio a los demás.
Y acabaré esta carta hablando de quienes son y serán mis amigos por siempre porque así decidimos que fuera. De Antonio y José Daniel, que un día emprendieron el viaje final con una sonrisa en el alma y la bondad por equipaje, y de todos los que permanecen al pie de este poema inacabado que es la Educación. De mis compañeros, Satur y Merche, a los que se les rompió el hilo de la vida demasiado pronto. Y de mi otro Antonio, amigo inabarcable, en quien personifico a todos los que me quieren y a los que quiero y a los que tantas veces les he dicho lo que significan para mí. Ellos ya lo saben; el mundo ya lo sabe.
Adiós, pues, y que el viento de la mañana acomode la Verdad por la que tanto hemos luchado y que tanto nos ha dado. God bless you!
Juan Antonio Pérez Bello