La sociedad no está bien informada en temas de educación. Se sabe muy poco sobre la vida de los centros educativos y las informaciones que se manejan pueden ser inexactas y hasta superficiales.
Seguimos viviendo con medias verdades, relatos incompletos e importantes vacíos. Esto permite que haya un gran distanciamiento entre la escuela institución y la sociedad a la que sirven. Los medios de comunicación en ocasiones se arriman al tópico o al tema de moda en ese momento, pero ¿qué ocurre con las buenas prácticas educativas? Pues que hay cierta tendencia a que se publiquen en suplementos especializados o en breves sueltos que no siempre llegan a la mayoría de la población.
Es preciso que las instituciones educativas hagan llegar a la sociedad su labor y sus logros. Los trabajos y los días de tantos y tantos profesionales dedicados en cuerpo y alma a la enseñanza. Con su esfuerzo consiguen que cada jornada, cada trimestre, cada curso miles y miles de estudiantes se construyan personalmente gracias a un esfuerzo compartido. Por eso su trabajo tiene que ser conocido, tiene que llegar al corazón de la sociedad y hacer vibrar a la ciudadanía.
Es preciso que los centros educativos se crean que su trabajo debe ser conocido y reconocido, por lo que se necesita un esfuerzo constante para hacer llegar nuestra realidad, que es compleja porque la escuela en sí misma es un mensaje y al mismo tiempo debe ser su propia mensajera.
La escuela, así, debe salir a la calle para decirle al viento del progreso que nuestra vida es necesaria y que no vamos a enviar más mensajes en una botella (The Police) porque no somos “náufragos en una isla perdida en el mar en la que no vive nadie excepto yo”. Porque no estamos en disposición de aceptar “más soledad que la que cualquier persona puede soportar”. Y porque creemos que “solo la esperanza puede mantenernos unidos”.