“Que niños y jóvenes se conviertan en ciudadanos y ciudadanas que tengan criterio propio y sean menos dependientes de las redes”. Eso dice Jaume Funes.
Hace unos días, paseando por mi barrio, pude ver en la calle a unas niñas bailando mientras grababan su coreografía en un móvil. Era por la tarde y no sé dónde acabaría la grabación. Traigo esta escena al Territorio Limitación para plantear que prohibir puede ser un escenario más sencillo pero no sabemos si más adecuado, porque estas decisiones a veces provienen del miedo del adulto a no entender la novedad.
Leer, estudiar, reflexionar sobre la esencia de la escuela. Es la clave. Y detener el mundo exterior para proponernos explorar juntos el sentido de las cosas. Por ejemplo, ayudando a esas criaturas a descubrir el mundo que asoma tras el uso de las aplicaciones adictivas. Por ejemplo, utilizando el dispositivo para recorrer el universo del aprendizaje y determinando que puede no ser una palanca únicamente destinada a fines perjudiciales.
En ello el mundo adulto también puede ser modelo. Recuerdo las quejas de unos adolescentes que ponían en entredicho comportamientos de adultos no adecuados. He aquí la oportunidad para establecer vínculos activos que proponen el debate, no la imposición. Y la investigación en común, porque estamos muy cerca de acordar, con Funes, que hoy “saber es saber navegar y en este saber tienes que llevar tú el timón, para que no te obliguen a navegar por otro lado”.
Ese es el verdadero reto al que nos enfrentamos.
