Hace años leí “El cuaderno gris”, de Josep Pla y en él descubrí una frase que aún guardo: “Es infinitamente más difícil describir que opinar. En vista de ello, todo el mundo opina”. Por ello hoy, para hablar de convivencia, cojo el bolígrafo de relatar y escribo en un folio compartido.
En un estudio de Pablo G. de Álamo este recogía que un sector de la comunidad educativa consideraba que la coordinación con los equipos y la relación con las familias eran los elementos que más influían en la convivencia escolar, así como el desarrollo de proyectos relacionados con la vida real.
Un segundo sector defendía la implicación del servicio de inspección, el vínculo con las familias y el desarrollo de habilidades blandas.
En tercer lugar, otro sector proponía tres rutas: participación en la toma de decisiones, aprender a comunicarse con sus iguales y promover prácticas que promuevan la igualdad.
La cuarta ladera de esta cordillera defendía la calidad de la relación docente-discente, ser competentes en la creación de climas de convivencia fértiles y profundizar en la relación del centro con el entorno.
Por último, el quinto microuniverso planteaba el cuidado de las relaciones entre el centro y las familias, el fomento de un sentimiento de pertenencia y la construcción de entornos seguros de convivencia.
Y me pregunto: ¿sabríamos distinguir qué propuesta se corresponde con las familias, el alumnado, las estructuras de orientación, el servicio de inspección y los equipos directivos?
