Un “Vértigo” al revés.
Seguramente lo más serio y sensato que hemos leído sobre Alejandro Amenábar es que “absorbe como una esponja el gran cine de siempre”, frente a los petulantes que “creen reinventar lo que ya está más que trillado” (A. Fdez. Santos, El País). Sólo con aceptar esto ya sería innecesario seguir tecleando, pero el ser humano es como es, y no somos capaces de resistir la tentación. Veamos.
Alejandro Amenábar nació en 1972 y veinte años después ya dejó patidifuso al director José Luis Cuerda con un par de cortos: “Himenóptero” y “Luna”. Esto fue suficiente para que el estupefacto y veterano cineasta se decidiese a producir la ópera prima del joven creador. Se llamó “Tesis” y lo que ocurrió después ya forma parte de la historia del cine español: siete Goyas y éxito de público y crítica (algo sólo reservado a los dioses).
Un año después, Amenábar realiza “Abre los ojos”. En ella nos habla sobre “todas la alienaciones. Porque, ¿qué sabemos de lo que nos rodea? –se pregunta el director-. ¿De cuántas maneras diferentes se puede percibir una misma realidad? Para mí es un reto en lo que respecta a la colocación de la cámara, al punto de vista a adoptar como director. Jamás había dudado tanto sobre mi papel como observador”. La dificultad que tiene el personaje central para distinguir entre la realidad y la ficción es tema de interés para él, y a partir de ahí ha construido un thriller con elementos tan dispares como el amor, el suspense, el terror y la ciencia ficción.
Sinopsis.
A César todo le va bien. Es joven, guapo y rico. Una noche conoce a Sofía. Ambos se gustan y se lo demuestran. Pero esa misma noche se encuentra con Nuria, una chica seriamente enamorada de él. Presa de los celos, provoca un accidente y la cara de César queda completamente desfigurada. Pasará el tiempo y César comienza a recuperarse. Sin embargo, un día, Nuria se presenta en su casa…diciendo que es Sofía. ¿Qué es verdad? ¿Dónde comienza la mentira?.
Una película déspota.
“Abre los ojos” se comporta de modo tiránico con el espectador. Es posesiva, absorbente. No hay lugar al respiro, nos deja exhaustos y cuando la sala enciende las luces nuestra mirada busca la de alguien a quién poder preguntarle, siquiera sea en silencio: “y ahora, ¿qué?”. Lo difícil de esta película es que no se puede contar. Hay que verla, y ese es un mérito que muy pocos films poseen. La película ofrece un ritmo narrativo firme, seguro, que alterna secuencias angustiosas y delicadas escenas de amor, y eso es un salto al vacío que Amenábar resuelve con pulso magistral.
Otro detalle que golpea con suave contundencia nuestra emoción es la autenticidad del director, cuando paga sin pudor su tributo a sus dos gran maestros, a sus dos ciertas referencias: Hitchcock y Spielberg. Esa humildad, esa capacidad para reconocer la evidencia, le hace todavía más grande. Él ha hablado en varias ocasiones de lo mucho que ambos le han marcado y en esta ocasión llega a definir “Abre los ojos” como un “Vértigo” al revés, por los giros de la trama, y resalta cómo ambas películas resultan ser, en realidad, películas de amor.
Ellas y él.
Penélope Cruz se consolida con cada nuevo papel como una actriz con muchas posibilidades en el mercado internacional. Su primera película fue “Laberinto griego” (1991), a la que siguieron éxitos como “Jamón, jamón”, “Belle èpoque”, “Todo es mentira”, “El amor perjudica seriamente la salud” y “Carne trémula”.
Najwa Nimri es Nuria. Ha sido la protagonista de los tres films de Daniel Calparsoro: “Salto al vacío” (1994), “Pasajes“ y “A ciegas”.
Eduardo Noriega es César. Se estrenó con “Tesis” (1996) y a continuación participó en “Más allá del jardín”, “Cuestión de suerte” y, últimamente, en “Cha-cha-chá”.
J.A.P.B.
Alcorisa, 1 de Marzo de 1998