Aprender de los mejores (Heraldo Escolar)

Esta semana se ha jubilado José Ramón Olalla, compañero interminable. De él, con él habría mucho que hablar. Como de tantos y tantas que han dejado su mochila al borde del camino para que los que aún andamos buscándonos recojamos su legado.

   Siempre me ha interesado es aprender de nuestros mayores. Y de quienes encontraron en la pedagogía el sentido de su vida. He procurado estar a su lado para conocerlos y de todos ellos me han llegado palabras hondas.

   En mi caso quiero nombrar a Antonio M., Ángel G., Salva L., José Daniel G., Alfonso C., Gonzalo H., Manuel P., José María P., José Manuel O., Alicia P., Salva B., Antonio P.. Araceli S., Carmelo M., Ángeles, P. y a todos aquellos que han sido mis maestras, mis maestros y no me caben en el alma, tal es el número.

   Por eso digo a los jóvenes docentes, esos que siempre hacen de la generosidad su norte, que los que nos han precedido son imprescindibles. Y me gustaría transmitirles que es muy necesario saber de dónde venimos, para saber a dónde vamos.

   Conozcamos su vida, su obra, su testimonio. Sus libros nos esperan y disponemos de las seductoras entrevistas de Víctor Juan para comprender mejor el mundo a través de sus relatos vitales. Y descubramos textos sabios como este, luz entre tinieblas: “Intentamos aproximarnos al ideal de enseñar jugando, de educar haciendo y estamos escribiendo juegos y procedimientos movidos que, con el tiempo y la experiencia, lleguen a formar todo un sistema. (…) El juego es la única asignatura del niño hasta los 5 años; la principal de los 6 a los 9; la indispensable de los 10 a los 14, y la más saludable e higiénica hasta los 21 años y el educador que de ella no se ocupe ni preocupe, no sabe ni vale para educar”. ¿Escuchado en un moderno «webinar»? No: leído en “El maestro mirando hacia adentro”, de Andrés Manjón (1923)

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