Acabo de cumplir mi trigésimo aniversario como maestro en la escuela pública. Treinta años dedicados a aprender qué es eso de aprender en un camino que he recorrido junto a personas que quiero y que me quieren. Treinta años desde aquel 1 de septiembre de 1985 en que amanecí en Calahorra (La Rioja) para cumplir un sueño que aún vive en mí.
Disfruto con esta vida. Inicio cada día con el deseo de servir y dar lo mejor de mí y en ese viaje tengo una maleta que me gusta abrir para compartir con mis compañeros lo que tengo. No es mucho ni poco, pero es de todos. Como me lo enseñaron quienes me acogieron con afecto y ciudado aquel lejano/cercano mes de septiembre del 91 Alcorisa, los que ya son mis amigos para siempre y cuya enseñanza me ha acompañado a lo largo de todos estos años.
Acoger, acompañar, mostrar, interesarnos por los demás. Hacer que la vida sea más fácil, ofrecer y ofrecerse. Transmitir calma, seguridad. Estar disponible y creer que esta forma de estar en el mundo nos lleva a ser cómplices. Siendo viajeros en el mismo tiempo, no competidores en paisajes diferentes. Y con verdad.