Vivimos en una sociedad fragmentada y fracturada que comparte presente con una escuela zarandeada por el miedo al fracaso.
Voces autorizadas como la de Anna Jolonch reclaman fortalecer el liderazgo pedagógico de los centros y empoderar a los equipos directivos. A ello, suma la necesidad de trabajar en comunidad, propiciando además que el alumnado
decida sobre su propio proceso de aprendizaje.
Son cuatro ideas que conforman un proyecto educativo global. A su amparo, cualquier decisión educativa alcanza su sentido. Ya se ha demostrado que la calidad del aprendizaje es equivalente a la calidad del profesorado y al nivel de
liderazgo del centro. También, que las políticas educativas exitosas son las que apuestan por consolidar buenos equipos, tanto directivos como docentes.
A ello añado la enorme importancia de desarrollar procesos de evaluación interna en los centros. Sobre eso podría desarrollar dos experiencias vividas en primera persona cuya casilla de llegada significó, en realidad, un punto de
partida hacia la mejora. Dan para un libro.
Una evaluación, en palabras de Jolonch, con voluntad de crecimiento en la que todos los sectores son analizados “lejos de la perspectiva punitiva”, pero cerca, muy cerca “de la perspectiva de mejora”.
Se trata, en fin, de introducir la cultura de la colaboración, para que los docentes tengan el apoyo, la ayuda y el acompañamiento que necesitan. Para que sea verdad esa frase que nos regalamos hace unos años: que la
comunidad cuide a la comunidad.