
(Artículo publicado en la revista “Forum Aragón”, nº 23, págs. 61-64) (Tiempo de lectura: 1′ 26″)
Fui alumno de la primera promoción de EGB. Aquella que estrenó la Ley General de Educación en el curso 1971-1972. Algunas de las mágicas iniciativas que viví en primera persona fue que trabajábamos por equipos, que no teníamos libros de texto como alumnos y que nuestra tarea consistía, fundamentalmente, en investigar en grupo asuntos que el maestro nos planteaba. Sí, era 1971 y los Pop-Tops triunfaban con “Mammy Blue”. Equipos, libros de texto compartidos, investigaciones…Ciertamente, uno mira atrás y a veces descubre que la rueda ya era redonda hace casi cincuenta años.
Y felizmente volvemos a estar en ese punto. Aunque aún nos encontramos con docentes acostumbrados a programar y gestionar el aula con pocas injerencias, aunque aún existe el docente que se siente incómodo cuando se le propone compartir, también es cierto que el profesorado necesita más espacios y tiempos donde tomar decisiones conjuntas sobre el desarrollo de su práctica educativa.
Ser docente hoy exige un mayor esfuerzo para trabajar como islas de un archipiélago unidas por puentes en constante construcción. También para formar proyectos coordinados de enseñanza-aprendizaje o aprender de la labor y experiencia de los compañeros.
Iniciativas como “Measures of Effective Teaching” tienen como objetivo hallar respuestas sobre la buena docencia e identificar las claves para mejorar la educación. En el proyecto participaron alrededor de 3.000 docentes que colaboraron identificando las mejores metodologías a través de visitas y grabaciones de clases y sesiones con el fin de llegar a conclusiones.
La comunicación interna debe ser una constante y un esfuerzo a realizar con mayor frecuencia, aunque a veces sea costoso. Nos enriquece salir del aula, con y sin alumnado, física y virtualmente, para compartir experiencias y otros puntos de vista. El programa “Mira y actúa” es, en ese sentido, un razonable primer paso.
Ser maestros, ser maestras hoy significa estar conectados entre sí, porque eso ayuda a un alumnado que se va a enfrentar a una realidad cambiante. El alumno percibe nuestro crecimiento profesional, nuestras actitudes y nuestras formas de trabajo y si queremos ser comunidad son los centros quienes deben liderar esta forma de estar en el mundo. El trabajo en equipo, la vida profesional en comunidad no es una moda, es una necesidad si se desea progresar como escuela y como educador. También es preciso visibilizar y compartir, con todo nuestro entorno social, el trabajo docente que realizamos. La comunicación, en todas sus acepciones, debe ser considerada de una forma nueva y transformadora en las escuelas.
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