Educar para la alegría (Heraldo Escolar)

Hace algunos meses leí un artículo de Carlos Aldana. Lo titulaba «La llamada a la alegría en las aulas». En él reflexionaba sobre el papel que juega la alegría en nuestras vidas a partir de una idea: «Si se aprende plenamente en ambientes de seguridad, de confianza, de libertad, donde se siente la alegría, ¿por qué no asumir a esta como una enorme herramienta que da sentido al aula?».
A lo largo de 34 años he tenido la oportunidad de conocer a personas que han hecho de la sonrisa y el cariño signos de identidad. Cada día ha sido lo mismo. Lo escribí hace algunos años. «Cuando llegas al centro y te encuentras con las compañeras hay palabras de afecto. Es fácil llevarse bien con tus iguales, es fácil hacer fácil la convivencia. Luego, en el momento de recibir a los chicos y chicas en las filas procuramos que la sonrisa sea nuestra amiga. Las familias sujetan el mundo, su mundo, expectantes aunque confiadas. Me gusta saludarles. Me gusta ese roce de palabras que invita a la acogida».
Si aceptamos a la alegría a nuestro lado quizás consigamos que la fantasía se sienta como en casa y si construimos una escuela no solo de la razón, sino de las razones, le daremos sentido a lo que sucede en el aula.
Es así cuando me acuerdo de  mi gente , los verdaderos responsables de esta forma de estar en el mundo que he hecho mía. Ellos y ellas me han enseñado a ser su ferviente discípulo, porque con su ejemplo ayudan a hacer que este mundo sea un poco mejor. Ellos, mis amigas, mis amigos docentes son la razón de mi fe en la vida, aunque a veces, quizás demasiadas, nos dé argumentos para lo contrario. Y con ellos aprendí que la comunicación aporta intención de ser, deseo de compartir, proximidad y horizontes comunes. Alegría, en fin.
De esto, de la convivencia entre adultos en los centros educativos,
hablaremos otro día.

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