Escuela y barro (Heraldo Escolar)

Conozco muy bien el barranco de Chiva. Mi infancia son recuerdos en medio de los campos de ese mi querido pueblo, el olor a carne en casa de mis tíos y los juegos en las calles que ahora ha arrasado la riada. Una nueva riuà. Porque de pequeño oí hablar a mis mayores, y mucho, de la del 57 pero es que recuerdo perfectamente la del 83. Y es que en València la luz es un cliché: la verdad es el agua.

Esta semana se han reabierto las escuelas y me pregunto, como Jaume M. Bonafé, qué aprenderemos de lo sucedido. Porque la escuela tiene mucho que decir, que investigar, que analizar. Nuestro alumnado tiene derecho a conocer la relación entre clima y acción humana y nuestro deber es proteger a la infancia y a la juventud de informaciones enemigas de la verdad, de la ciencia y del saber.

Preocupa que el comportamiento ciudadano viva de espaldas al conocimiento y constatar que la investigación científica sufre ante las mentiras negacionistas. ¿Cómo tratar este asunto en el aula, donde la opinión de cualquier influencer cala más fácilmente que la información científica?

Cuando la riada del Ebro en 2015 en mi aula recondujimos el currículo hacia el cauce que la naturaleza nos señalaba. Por eso aplaudimos iniciativas surgidas en el ecosistema educativo valenciano que comparten propuestas didácticas que ayudan al alumnado a reflexionar, analizar y comprender lo que está ocurriendo. Desde un posicionamiento cívico que facilite el estudio y la reflexión también contribuimos a salvar al pueblo.

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