Ana Ribot asegura que en educación la falta de formación en competencia investigadora es un problema grave. Carlos Segura, por su parte, cree que la falta de evaluación e investigación sobre su impacto en la educación añade argumentos a teorías educativas de dudosa validez.
Algunas corrientes de pensamiento pedagógico de discutible calidad se han instalado entre nosotros como verdades absolutas que nos confunden y el sistema no encuentra antídoto para combatirlas. En este contexto leemos a Jordi Musons: “el modelo educativo se sigue basando más en las creencias que en las evidencias científicas que tenemos de cómo se aprende”. ¿Estamos, entonces, ante un paisaje en el que no prima la profundización y el estudio?
El principal obstáculo es el estrés de los equipos docentes pero hoy tan mala idea sería insistir en herramientas obsoletas como recorrer caminos desconocidos sin calibrar sus posibilidades. Tanto daño hace el inmovilismo como la obsesión por el vedetismo.
Como ya existe un consenso internacional de qué metodologías y modelos organizativos son eficaces, aproximarnos a ellos y alejarnos del ruido ideológico nos acercaría a nuestra verdadera tarea.
Por tanto, ciencia, estudio y método. También, respuesta para una pregunta que sigue merodeando por las aulas: ¿cuál es el verdadero fin de la educación? (G. Luri) Y puesta en valor de las competencias más sociales y combinarlas con las más académicas, porque es necesario conectar el mundo del conocimiento y el de la acción. Así lo hace Anne Gueguen en “La profesora de Historia”. En esta película, la lectura del “Diario de Ana Frank” y la visita al centro de una víctima real del Holocausto ayuda a que sus alumnos se entusiasmen y aprendan a ser tolerantes con las religiones y etnias de los demás. Un ejemplo de cómo podemos transferir lo que aprendemos a nuestros contextos reales. Un ejemplo, como dice Musons, de cómo pasar de un modelo de educación de talla única a una educación a medida.