(13/07/2013) Siempre que vivo situaciones como la que ahora esto disfrutando (un encuentro de varios días, semanas incluso, de maestros en torno a un mismo fin) vuelvo a casa con una idea: los docentes tenemos que firmar un Pacto por la Educación. No me refiero a los partidos políticos, ni a las instituciones. Ni siquiera a las AMPAs. No. Estoy hablando de los docentes, de los profesionales que día a día protagonizamos el hecho educativo, que sostenemos un sistema tan sujeto a opiniones y pareceres pero, al mismo tiempo, tan consolidado en las vidas de todos los ciudadanos.
Tengo la sensación de que es preciso llegar a acuerdos sobre nuestra labor, su esencia, su devenir, su cara y sus ojos. Se hace cada vez más necesario encontrar puntos de llegada, caminos comunes y, sobre todo, inquietudes, emociones y esperanzas compartidas. Llevamos demasiado tiempo viviendo una deriva que conduce al aparente desacuerdo, pero cuando tenemos ocasión de vivir situaciones de encuentro descubrimos que estamos más cerca los unos de los otros de lo que la sociedad quiere creerse o quiere hacer creer.
Cuando conseguimos sentirnos cerca unos de otros descubrimos que nos hace falta propiciar momentos y espacios de conversación en los que podamos compartir lo que nos preocupa, lo que nos inquieta o que nos ilusiona. No sería mala idea, pues, apoyar la creación de foros de conversación, de tertulia en los que, por ejemplo, los maestros de un claustro pudieran hablar de todo aquello que preocupa a sus miembros de una forma amable, cálida, personal con el principal objetivo de «firmar» acuerdos sobre educación. Y hablo de hablar sobre relaciones con las familias, proyectos escolares, mensajes a la sociedad, la televisión, la sociedad 2.0, alimentación, tiempo libre, el papel de los padres, ideología educativa, valores que compartimos. En fin, mil cosas que solemos comentar en la sala de profesores, en los recreos, en el hall pero que podríamos tratar de forma organizada. Casi me atrevo a decir que me estoy refiriendo a una Escuela de Docentes. ¿Qué tal un «Té o café por la educación» una vez al mes? ¿Y qué tal si luego le contamos a la sociedad a la que servimos que en ese grupo de expresión hemos llegado a tal o cual acuerdo? ¿Y qué tal si esta idea la vamos propagando hasta crear un tejido de expresión que respira la limpia atmósfera del Pacto? ¿Qué tal?