El pasado jueves, 26 de Septiembre, asistí a la presentación de un libro, «El siglo de la Peña», y de una editorial, «Doce robles». Recibí la cálida invitación de Javier Lafuente a principios de mes y en ella me anunciaba que había escrito un libro y que la emoción de vivir le empujaba a vivir la estruendosa aventura de ayudar a nacer a una editorial. Bravura aragonesa, lo llamaría yo. No sólo le rendía homenaje al pantano de la Peña en su centenario sino que junto a su mujer había decidido que era el momento de hacer más rica a nuestra sociedad construyendo un sueño en forma de empresa editorial.
El acto de presentación en el colegio público «Joaquín Costa», de Zaragoza, fue bonito y evocador y así lo vivimos quienes llenábamos el salón de actos «Pedro Arnal Cavero». Un entusiasmo de, seguro, amigos de Javier y Tere, gente que los quiere y los aprecia para quienes los motivos que les llevaron allí serían distintos y lo mismo al tiempo, pues pocas cosas hay en nuestros días que nos animen a caminar como ver nacer un proyecto como este. En las palabras de los miembros de la mesa vimos bordados mensajes ilusionados, esperanzados y de futuro, con ser una editorial que,como el mismo Javier escribe, está «dedicada exclusivamente a temas históricos, con preferencia hacia nuestra tierra, Aragón» y que «lo que cuenta es el pasado y nosotros lo queremos contar».
Y a caminar. Los proyectos deben llegarles a su mesa de mañana para poder construir un edificio de historias que hagan que Aragón mantenga, a través de sus pequeñas verdades, un relato de porvenir. Yo así lo vi en la mirada de Javier, incluso cuando pude estrechar brevemente su mano. Uno, cuando ha vadeado varios ríos y atracado en unos cuantos puertos, ya se precia de conocer un poco a ese desconocido que es el ser humano. ¡Larga vida a los Doce Robles!
P.S.: Fue muy agradable sentarme en un salón de actos que lleva el nombre del gran maestro Pedro Arnal Cavero. En un colegio con su nombre hice mis práçticas como maestro y aprendí que me queda todo por aprender.