“En Suecia van a volver a los libros de texto en papel” y “En Países Bajos van a prohibir el uso de los móviles en el aula”. Dos atractivos aunque ambiguos titulares que conviene ajustar.
Tras el caso sueco descubrimos un simple cambio de cromos: soporte papiro versus libro digital, pero se olvida que los recursos digitales son nuestros cómplices si enriquecen nuestra metodología. Por ello, evitemos el simple uso de novedosos artefactos que consolidan modelos didácticos tradicionales.
En la cuestión neerlandesa la realidad es que la decisión de su uso se deja en manos de los centros, pudiéndose utilizar para realizar tareas curriculares y si contribuye al desarrollo de la competencia digital.
En una escuela aún no digitalizada totalmente cabe pensar que las causas de nuestros males no (solo) deberíamos buscarlos en las pantallas. Me invito a reflexionar sobre problemas complejos que precisan respuestas globales y estructurales.
Culpar de todo a la tecnología es simplificar los procesos sociales que vivimos. Los obstáculos tienen que ser nuestros aliados como lo es el mal viento para un buen navegante. La tecnología es importante, es decir, nos importa y por eso es imprescindible desarrollar procesos de alfabetización tanto del profesorado como del alumnado que contribuyan a construir ciudadanos con capacidad crítica para ejercer mejor sus derechos y deberes.
Se trata, en fin, de dejarse mecer por la vida y aceptarla como leal compañera de viaje.